La economía mundial ha entrado en una fase de incertidumbre tras el anuncio de Estados Unidos de los aranceles más altos en un siglo. Esta decisión, que marca un punto de inflexión en las relaciones comerciales globales, ha intensificado la volatilidad de los mercados y reavivado las preocupaciones sobre una posible recesión.
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Según un análisis de McKinsey & Company las consecuencias fueron inmediatas. En las semanas posteriores al anuncio, los precios de las acciones fluctuaron, el mercado de bonos del Tesoro estadounidense mostró señales de tensión y las expectativas de inflación se dispararon.
La confianza del consumidor cayó a niveles no registrados desde 2022, reflejando el impacto de un repunte inflacionario comparable al que siguió a la pandemia de COVID-19. Según cifras recientes, el Producto Interno Bruto (PIB) de Estados Unidos se contrajo un 0,3 % en el primer trimestre, debido en parte a un adelanto en las importaciones y a un aumento en los inventarios empresariales.
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“Muchos analistas han incrementado sus estimaciones sobre la probabilidad de una recesión mundial”, afirman los autores del informe. En este contexto, la pregunta clave no es si el actual camino de tensiones comerciales es el correcto, sino si los líderes políticos y empresariales están preparados para reconstruir la confianza y encontrar un nuevo equilibrio económico global.
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Durante décadas, la aspiración de lograr una plena integración económica global ha sido el pilar de las estrategias corporativas y de las negociaciones comerciales internacionales. Sin embargo, este modelo nunca se materializó completamente. Aunque existían divergencias entre países respecto a los beneficios del sistema, el marco del comercio global no se cuestionaba abiertamente. Esta situación cambió con el anuncio arancelario estadounidense del 2 de abril, que puso en evidencia el descontento subyacente con la arquitectura económica global.
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“Las economías globales y locales necesitan encontrar un nuevo equilibrio”, sostienen los analistas. Ese equilibrio implicaría que Estados Unidos produzca más de lo que consume, que China incremente su consumo interno, que Europa logre una mayor competitividad y que el sur global se integre con las economías avanzadas. Este reordenamiento requerirá decisiones estratégicas que van más allá de los debates actuales sobre déficits fiscales o tratados comerciales.
El deterioro de la confianza entre los países ha sido uno de los efectos más notorios del actual entorno económico. “La geometría del comercio también comenzó a cambiar”, señalan los autores del informe, aludiendo al aumento de la distancia geopolítica entre socios comerciales. Este fenómeno refleja un declive en la confianza transfronteriza y plantea riesgos adicionales para la estabilidad económica.
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Equilibrio y confianza
El análisis destaca que las economías necesitan entornos de inversión estables y socios confiables para crecer. “Las economías sin equilibrio y confianza no pueden prosperar”, advierten. En este sentido, el concepto de equilibrio abarca dimensiones externas, fiscales, corporativas y de los hogares, además de aspectos relacionados con la resiliencia y la seguridad económica.
La confianza, por su parte, incide directamente en el funcionamiento de las economías. En ambientes con mayor confianza, la prima de riesgo se reduce, la información circula con mayor libertad y los costos de transacción disminuyen.
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“La confianza puede impulsar la energía, el emprendimiento y la innovación”, señala el informe. En contraste, en contextos de baja confianza, los mecanismos de cumplimiento se vuelven más costosos y menos eficientes.
El informe también revisa los antecedentes que llevaron a la actual coyuntura. La concentración de capacidad industrial crítica en China, fenómeno conocido como el “shock chino”, provocó una transición abrupta de las industrias locales hacia una economía global integrada.

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Esta transformación fue especialmente difícil para las comunidades que no lograron adaptarse, generando desigualdades de ingreso, polarización política y un deterioro en la cohesión social.
A lo largo de los años 2000, los empleos con salarios medios perdieron participación en el empleo total y los ingresos reales crecieron lentamente. Al mismo tiempo, la parte del ingreso nacional captada por las ganancias empresariales aumentó en Estados Unidos, mientras el crecimiento de salarios y empleo quedó rezagado.
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Tras la crisis financiera global de 2008, la recuperación fue débil. Por cada dólar de inversión en la economía global, se generaron 1,90 dólares en nueva deuda. Europa atravesó una década de estancamiento, y China consolidó su posición manufacturera. Estos desequilibrios no se resolvieron y ahora vuelven a manifestarse con fuerza.
Frente a este panorama, el informe plantea cinco posibles escenarios macroeconómicos para los próximos años. Dos de ellos conducirían a un mayor equilibrio y confianza, aunque por rutas distintas. Otros dos mantendrían el estancamiento, y uno implicaría una regresión con menor confianza y mayores desequilibrios. El punto de partida de estos escenarios es el entorno comercial vigente desde el 11 de abril de 2025, tras los anuncios de Estados Unidos y las respuestas de China y Europa.
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A futuro, los analistas plantean que una economía global próspera requeriría una transformación coordinada. “Unos Estados Unidos que controlen los déficits y revitalicen sus industrias estratégicas, una China que impulse su demanda interna, una Europa que libere su productividad mediante reformas y un sur global que fortalezca sus instituciones y aumente la integración con las economías avanzadas”, dijeron.
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Aunque cada uno de estos pasos es significativo por separado, en conjunto representarían un cambio estructural. “Ofrecerían la posibilidad de renovar la confianza global, restablecer el equilibrio y sentar las bases de un mundo más próspero”, concluye el informe.