Leía frecuentemente poesía cuando era joven. Ya no, aunque imagino que personas con sensibilidad privilegiada seguirán creándola. Pero después de tanto tiempo permanecen inalterablemente en mi memoria los poemas de Claudio Rodríguez, César Vallejo, Gil de Biedma, gente que utilizó inmejorablemente el verso para expresar sensaciones y sentimientos perdurables. También mágicos. Esos momentos fulgurantes que te remueven muchas fibras emocionales, que te dejan perturbado, los he sentido también con determinadas películas. No forman parte del cine clásico, el que más amo, pero me alteraron y me conmovieron con mucha fuerza, con los sentimientos al límite, cuando las descubrí. Me ocurrió con Lo importante es amar (ya sé que el título es infame), con El Último tango en París, con El árbol de la vida. En todas ellas hay momentos que me aceleran el corazón, que me ponen al borde del llanto. Y existe algo muy duro y terrible en ellas.
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