Ciudad de México ha pasado de hablar del temido “día cero”, en el que los estados que rodean a la capital podrían quedarse sin agua, a rozar máximos históricos de capacidad en el sistema Cutzamala del que bebe la ciudad y el Valle de México. En febrero de 2024, cuando se veía cerca ese agobiante escenario, las pipas que repartían agua en los barrios se habían incorporado al paisaje urbano habitual y muchas colonias capitalinas y del Estado de México habían acudido a soluciones externas ante la falta de suministro. Este año, después de meses de copiosas lluvias y diluvios que han inundado calles y hasta paralizado la actividad del aeropuerto, los acuíferos dan por superados los últimos seis años de sequía.
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