Una plaga de ruido azota a Bogotá

Andruss Mateo Ávila Silva, especialista en Análisis Espacial de la Universidad Nacional.

El ruido político no es el único que satura a los hogares de la capital de Colombia. Los niveles máximos permitidos se exceden en la mayor parte de Bogotá, sin importar la hora: vehículos pesados transitando por las avenidas, pitos de carros atrapados en los trancones, música de bares. Durante el día, el 80% de la ciudad sobrepasa los 65 decibeles permitidos en zonas residenciales, mientras que en la noche la situación empeora: menos del 1% cumple con el máximo de 55 decibeles, advierte el sociólogo Andruss Mateo Ávila Silva, especialista en análisis espacial de la Universidad Nacional. Una reciente investigación suya muestra que el ruido afecta, principalmente, a las localidades más vulnerables del sur y suroccidente de la ciudad, e impacta menos en zonas acomodadas como Chapinero alto o Usaquén, en el nororiente. “El silencio puede considerarse un lujo. Debería entenderse como un derecho, pero quien quiera vivir lejos del ruido tiene que tener recursos”, afirma el experto.

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Un vecino del barrio La Esmeralda registra los decibeles de ruido durante un concierto en el Vive Claro, el 17 de octubre.

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