Ya pasaron cuatro décadas desde que el poeta Ignacio Escobar recorriera las calles de Bogotá en esa extensa novela que compuso Antonio Caballero, con el pretexto de publicar un poema que casi nadie entendió, ni siquiera su editor.
En ‘Sin remedio’, Escobar (el protagonista) deambula por una ciudad anulatoria, obligado al limbo de la repetición de los días, entregado a la inacción por cuenta del sin sentido. En la calle se encuentra con la degradación de los suyos: la clase que explota la tierra de la que se burla y se avergüenza. Todos ellos acoplados a una Colombia que vive con la mente en Suiza. Mientras tanto, la revolución corre por cuenta de otros burgueses que copian y pegan filosofías de un lado al otro, creando “la lucha, compañero”.
El centenario de ‘La Vorágine’ y el lanzamiento de ‘En agosto nos vemos’, de Gabriel García Márquez, fueron mucha literatura durante el año y pocos se acordaron del desolador y cómico retrato que Caballero publicó en 1984.
Alguna vez se dijo que el mismo Gabo la catalogó como la mejor novela extensa del país. Y tal vez sea por culpa de sus más de seiscientas páginas, que el escritor Felipe Restrepo dijo que ‘Sin remedio’ es una de esas obras de las que todo el mundo habla pero casi nadie ha leído completa, o mejor, casi nadie ha leído con cuidado.
La crítica
La crítica fue mixta y pobre: se remitió a decir que la obra era una autobiografía y que el poeta bogotano Ignacio Escobar no era más que un alter ego del autor.
Se dijo que los secretos detrás de la novela cuentan a un infiel y egoísta poeta que fuma marihuana, que si bien pudo parecerse al Caballero de 1984 – algo que no se sabe ni importa –, también lo hacía con casi todos los jóvenes de ese entonces.
A lo mejor era que a los críticos les costaba admitir la calidad de un autor que no estaba interesado en inventarse un nuevo estilo como lo proclamaba el ‘boom’ de la época, con nombres como Vargas Llosa o el mismo Gabo, sino que recuperaba una tradición europea representada en ‘Gargantua y Pantagruel’.
Esa novela, la única de Caballero, lejos de la pretensión de innovar, terminó erigiéndose como una de las grandes novelas urbanas en la literatura colombiana, plagada históricamente de la ruralidad de Rivera, Carrasquilla, Fernando Gonzáles, Mejía Vallejo y los otros que vendrían como Tomás Gonzales.
Lo cierto es que Caballero confesó en una entrevista que no pretendía escribir la obra de Bogotá, pero a la larga “eso no depende de él”, dice el académico y ganador del Premio Nacional de Ensayo en el 2024, Efrén Giraldo.
Para el académico, las novelas no se leen bajo la intención que tenía el autor y aunque le hubiera gustado o no, ‘Sin remedio’ “si se tiende a leer como la novela de Bogotá; una ciudad caótica, difícil, horrible por momentos, de inseguridades, problemas de transporte, de huecos en las calles. Claramente escrita por un bogotano”.
Otro que entiende a ‘Sin remedio’ como la obra bogotana, escrita por un local, es el autor antioqueño Memo Ánjel, quien asegura que en la novela se puede escuchar a Bogotá porque “Caballero narra desde el oído y fue quien escuchó de primera mano lo que decía la burguesía bogotana en esa época. Con lo que él escuchó se puede formar una calle entera”.
La caricatura
Decía Antonio Caballero, mientras recibía el Premio Simón Bolívar a la Vida y Obra en el 2001, que su primer y más constante oficio era el de la caricatura, desde que tenía catorce años.
‘Sin remedio’ no está lejos de ser otra ironía como aquella que mostraba en los dibujos del ‘Señor agente’, personaje con el que se burlaba y retrataba la tiranía de la autoridad policial en Colombia, en las caricaturas que publicaba periódicamente en la Revista Semana.
Los eternos paseos de Ignacio Escobar por la Carrera Séptima, la burla a los poetas, a los bares, a los músicos que repetían canciones de otros artistas y se denominaban ‘auténticos’ o el eterno mito bogotano de que la hierba que vendían en la calle era de la Sierra Nevada de Santa Marta, no son más que ese feroz humor capitalino de Caballero para retratar un país que encontraba sin identidad.
“Es una novela completamente irónica. Se burla de los artistas, de los políticos, de todo el mundo. En cierto sentido trabaja como en una esfera de desenmascaramiento. Entonces creo que lo que hace es revelar la impostura artística”, asegura Efrén Giraldo.
Lo que pasa con ‘Sin remedio’ es que, además de enfrascarse en el arte, la identidad nacional, la deriva urbana de la capital y la repetición de los días; es una novela que divierte mientras se lee. Plagada de referencias históricas y una pluma de fuego, como cualquier otro texto de Caballero.
Tal vez por eso envejeció tan bien, sin convertirse en un ‘best seller’, y se transformó en una novela de culto que se estudia en trabajos de grado a la luz de los cambios urbanos de Bogotá, la poética de Ignacio Escobar o los síntomas escapistas de una sociedad que estaba en vísperas de una nueva ola de violencia por cuenta de la corrupción y el narcotráfico, como lo cuenta Iván Vicente Padilla en el libro ‘Sin remedio: una novela sobre la indiferencia y el escapismo colombiano’.
A lo mejor fue que este año coincidió con otras fechas y entregas que absorbieron la llama literaria en el país y tendrán que pasar diez años más hasta que se le homenajee a esta novela a la altura de su prosa. O quizá, a ese libro simplemente no le quede de otra que vagar por los pasillos silenciosos del culto hasta que quede en el olvido, sin ningún otro remedio.
JUAN JOSÉ RÍOS ARBELÁEZ
Escuela de Periodismo Multimedia EL TIEMPO