Este miércoles comienza la 59ª Convención Bancaria ‘La voz de Colombia’ en el Centro de Convenciones de Cartagena de Indias. Se escucharán voces de las tres ramas del poder público en Colombia y se espera la participación del presidente de la República, Gustavo Petro. Estará el Nobel de Economía, el profesor Paul Romer.
Jonathan Malagón González, presidente de Asobancaria, habló con Portafolio.
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¿Cómo evolucionan las cifras y cuál es el panorama del sistema financiero? ¿Identifica riesgos o amenazas?
Después de dos años complejos, el sistema financiero colombiano muestra señales claras de recuperación. La cartera ha mejorado notablemente: pasó de decrecer 6,7% en diciembre de 2023 a solo decrecer 0,9% anual en marzo de este año y esperamos que crezca al 3,3% al cierre de 2025. Además, la cartera vencida se redujo 11,1% anual en marzo de 2025, luego de registrar incrementos cercanos al 30% a finales de 2023. Esta recuperación ha sido respaldada por iniciativas como el Pacto por el Crédito.
Por otro lado, aunque algunos bancos aún reportan pérdidas, el sistema ha mostrado una gran solidez. En conjunto, mantiene una posición holgada en indicadores de solvencia, con 16,9%, y de cubrimiento de cartera vencida, con 127,3%, lo que demuestra que la adecuada gestión de riesgos de las entidades ha mantenido a salvo los recursos que los ahorradores han depositado en las entidades. El sistema financiero colombiano ratifica su estabilidad y solidez.
La cartera lleva dos años con variaciones negativas. ¿Qué implica eso para el país en materia de inversión?
La reducción de la cartera por dos años consecutivos es poco usual. De hecho, no se presentaba desde la crisis financiera de final de siglo pasado. La marcada desaceleración económica pospandemia, junto con una política monetaria restrictiva para reducir la inflación, ocasionó que la cartera cayera 6,7% real anual en 2023 y 1,7% real anual en 2024, llevando a que la profundización financiera, medida como el cociente entre cartera y PIB, retrocediera hasta el 44% a finales de 2024, una cifra que no se veía desde hace una década.
Esto es, en parte, debido a los niveles históricamente bajos de inversión, pues los empresarios, en medio de un ciclo bajo de actividad económica, tomaron menores decisiones de inversión de capital, que generalmente van acompañadas por solicitudes de crédito.
En todo caso, proyectamos que la cartera retomará un crecimiento real positivo hacia el cierre del año, alcanzando un 3,3% anual, favorecida por una tasa de política monetaria del Banco de la República en descenso y la reactivación de la inversión en sectores clave de la economía.
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¿Cuáles son los segmentos de la cartera más lentos?
Aunque la cartera total continúa registrando tasas negativas de crecimiento, su ritmo de contracción ha venido moderándose de forma sostenida. Ese desempeño negativo se explica por los retrocesos que aún se observan en la cartera de consumo, pues a marzo de 2025 cayó 6,7% real anual. Entre tanto, el resto de los segmentos ya muestra variaciones positivas, de acuerdo con cifras de la Superintendencia Financiera: vivienda con 4,2%, microcrédito 2,2% y comercial 0,7%, precisamente los segmentos que se han visto beneficiados por el Pacto por el Crédito.
¿Cómo va el Pacto por el Crédito? ¿Eso ayudará a mejorar las cifras generales?
Desde septiembre del año pasado hasta abril de este año, el Pacto por el Crédito ha tenido muy buenos resultados. Ya se han desembolsado $102 billones, lo que representa un crecimiento anual del 18% en términos reales, según cifras de la Superintendencia Financiera. Esta última cifra se compara muy favorablemente frente al crecimiento del 8% que han tenido los desembolsos al resto de la economía, demostrando que el sector ha priorizado la atención de los sectores estratégicos para la reactivación económica, sin dejar de otorgar crédito al resto de actividades.
Los principales impulsores han sido los créditos para vivienda e infraestructura, con $21,2 billones y un crecimiento de 37,4%, y los créditos para manufacturas, que suman $62,8 billones, con un crecimiento de 13,8%. El sector agropecuario ha recibido $12,4 billones con un crecimiento de 12,8%, la economía popular $2,3 billones con un crecimiento de 9,3%, y el turismo $3 billones, con un crecimiento de 8,5%.
En nuestras proyecciones, estimamos que, gracias al Pacto por el Crédito, la cartera crezca 1,4 pp adicionales y el PIB aumente 0,5 pp, contribuyendo de manera importante a la reactivación económica de Colombia.
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Asobancaria
¿Cuáles elementos identifica como los de mayor incertidumbre en lo local?
En un contexto global marcado por la incertidumbre, es clave que en el ámbito local se generen señales de estabilidad y confianza. Hoy, los principales elementos de incertidumbre en Colombia están asociados a la persistencia de la inflación, el ajuste fiscal pendiente y la necesidad de mayor claridad en algunas reformas estructurales. Sin embargo, confiamos en que el país cuenta con la institucionalidad y los fundamentos necesarios para recuperar el equilibrio macroeconómico, impulsar la inversión y retomar una senda de crecimiento sostenible.
¿Cómo visualiza a Colombia de aquí a un año en materia política y económica?
Luego de varios años de bajo crecimiento, proyectamos una recuperación gradual de la economía colombiana en 2025 con un crecimiento de 2,8%, impulsado por el consumo y la inversión. A su vez, anticipamos que la inflación continúe su trayectoria descendente y se ubique cerca de 4% en el horizonte de un año, lo que daría margen al Banco de la República para mantener el ciclo de reducción de tasas de interés.
¿Cómo está el sistema financiero de cara a la entrada de Bre-B?
El sistema financiero se ha venido preparando para la entrada en funcionamiento de Bre-B, el nuevo sistema de pagos inmediatos que permitirá, junto a varias iniciativas privadas, enviar dinero en segundos entre diferentes bancos y entidades. El trabajo articulado con el Banco de la República ha permitido ajustar plataformas, probar la tecnología y adaptar los procesos a las nuevas reglas del juego.
De hecho, las entidades ya están poniendo en marcha los mecanismos para que las personas puedan registrar, modificar o cancelar sus “llaves”, que son los identificadores (celular, cédula, correo electrónico, entre otros) que permitirán enviar y recibir dinero fácilmente.
Eso sí, estamos frente a un cambio importante. Bre-B no es solo una actualización tecnológica, también implica transformar hábitos, acompañar a los usuarios en el proceso de aprendizaje y garantizar que todo funcione bien, incluso ante posibles imprevistos. El camino ya está definido y las entidades están comprometidas con que esta evolución sea segura, sencilla y útil para todos.
¿Cuáles son las oportunidades y amenazas de las finanzas abiertas?
La relevancia de las finanzas abiertas radica en su potencial para proporcionar fuentes enriquecidas de información que permitan una comprensión más profunda y precisa del consumidor financiero, habilitando la construcción de productos más ajustados a las necesidades reales del usuario, mejorando así su experiencia. A su vez, las finanzas abiertas promueven la competencia en el sistema financiero, bursátil y asegurador; además de permitir un mayor acceso al crédito para población que por cuenta de la ausencia de información no había podido acceder al sistema financiero.
Un reto importante asociado con la implementación de las finanzas abiertas es garantizar la seguridad del sistema, para evitar casos de filtración de datos, fraude o ciberataques, dada la disponibilidad masiva de datos. Por lo anterior, es oportuno seguir construyendo una institucionalidad clara y una infraestructura sólida y segura para el manejo de los datos.
Aunque algunos bancos aún reportan pérdidas, el sistema ha mostrado una gran solidez
¿Cuál es su posición frente a la tasa de usura y los cambios que deberían adelantarse?
El sector financiero considera relevante revisar y actualizar la metodología del cálculo del Índice Bancario Corriente, el insumo que se utiliza para calcular la Tasa de Usura, para que refleje de manera más precisa las condiciones del mercado y los distintos niveles de riesgo crediticio.
Nuestra propuesta consiste en modificar el Decreto 2555 de 2010 para que la certificación de la tasa de usura en la modalidad de consumo y ordinario se realice de forma diferenciada. En particular, proponemos dividirla en tres categorías: la primera sería consumo y tarjeta de crédito; la segunda, comercial ordinario para micro y pequeñas empresas; y, la tercera, comercial ordinario para medianas y grandes empresas.
Esta segmentación permitiría reconocer de manera más precisa las particularidades y los perfiles de riesgo asociados a cada tipo de crédito. El riesgo crediticio de una tarjeta de crédito para personas naturales no es comparable con el de una empresa Pyme o una empresa de gran tamaño, que tienen riesgos financieros completamente distintos. Por ello, una clasificación diferenciada contribuiría a promover el acceso formal al crédito y evitar que los colombianos recurran al “gota a gota”.
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HOLMAN RODRÍGUEZ MARTÍNEZ
Portafolio