Eran las 07:58 de la mañana de un 26 de diciembre como el de hoy, cuando de repente y sin dar aviso, un gigantezco movimiento telúrico sacudió el lecho marino a una profundidad de 30 kilómetros y con epicentro de unos 120 kilómetros al oeste de Sumatra, la isla más grande de Indonesia, un país en el sudeste asiático.
Diez minutos duró la fuerte sacudida de 9,1 grados en la escala de Richter, convirtiéndose en el terremoto de mayor intensidad del siglo y el tercero más potente desde que se tienen registros.
Cuando finalmente la tranquilidad parecía llegar y lo peor se creía ya haber pasado, la segunda y más desgarradora parte de la tragedia llega.
Olas de unos 30 metros, una altura similar a un edificio de 10 pisos, arrastraron todo a su paso y envolvieron en agua, como si se tratase del mito de Platón sobre la caída de la Atlántida, a más de 14 países del Índico; la diferencia es que, en ese 26 de diciembre, un día después de Navidad, el mito se volvió en pesadilla.
Después de la tragedia se implementaron sistemas de alerta temprana que mide vibraciones o movimientos del lecho marino y permite en menos de 5 minutos avisar de un posible terremoto y posterior tsunami
Benjamin QuesadaClimatólogo, profesor y director del pregrado en Ciencias del Sistema Tierra de la Universidad del Rosario.
Esta es la enorme destrucción que causó la tragedia
La tragedia rápidamente se convirtió en uno de los desastres naturales más grandes en la historia, y en el más destructivo de la era moderna. De hecho, es considerado como el peor tsunami del siglo XXI por Naciones Unidas
El sismo desató una serie de tsunamis que causaron la muerte de casi 228.000 personas en 14 naciones y provocó que unas 1,6 millones de personas se vieran desplazadas de sus hogares, según datos de UNESCO.
Muchas de las naciones afectadas hicieron avances significativos en la reconstrucción y la resiliencia
Benjamin QuesadaClimatólogo, profesor y director del pregrado en Ciencias del Sistema Tierra de la Universidad del Rosario.
La magnitud del movimiento telúrico fue tan devastadora que liberó una energía equivalente a 23.000 bombas nucleares como la arrojada sobre la ciudad japonesa de Nagasaki en 1945, según un informe del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS, siglas en inglés), que precisa que en los tres meses posteriores al sismo se registraron más de 500 réplicas con magnitudes de entre 5 y más de 8.
Indonesia fue el país con más fallecidos, 167.000, entre ellas unas 61.000 en la ciudad de Banda Aceh (norte de Sumatra), el 25 % de sus habitantes, según las cifras oficiales. En Sri Lanka, las autoridades estimaron que unas 35.000 murieron o desaparecieron; mientras que en India fallecieron más de 16.000 personas.
En las seis provincias de Tailandia afectadas unas 8.200 personas perdieron la vida. En otros lugares de Asia y de la costa oriental de África también hubo alrededor de 550 decesos.
A los muertos se suman los cuantiosos daños. Un informe del Banco Mundial calculó que las afectaciones materiales fueron de 14.000 millones de dólares.
Cooperación internacional, la gran lección que dejó
Ante esta calamidad que conmovió al mundo entero, cientos de países aportaron todo tipo de donaciones para la reconstrucción de las zonas damnificadas. Según datos de la oenegé Oxfam, la comunidad internacional movilizó 13.500 millones de dólares.
Para Benjamin Quesada, climatólogo, profesor y director del pregrado en Ciencias del Sistema Tierra de la Universidad del Rosario, este fue un nivel “sin precedentes” de cooperación internacional.
“Muchas de las naciones afectadas hicieron avances significativos en la reconstrucción y la resiliencia”, le dijo a este diario el experto, quien resaltó que desde el tsunami de 2004 “se han implementado sistemas de alerta temprana mucho más sofisticados en varias regiones vulnerables”.
“En Indonesia, por ejemplo, después de la tragedia se implementaron sistemas de alerta temprana que mide vibraciones o movimientos del lecho marino y permite en menos de 5 minutos avisar de un posible terremoto y posterior tsunami”, agregó.
Sin embargo, el climatólogo matiza que estas emergencias siguen presentando el desafío de lograr capacitar adecuadamente a las poblaciones en riesgo y fortalecer la capacidad de respuesta.
Asimismo, si bien este tipo de desastres tienen su origen en el movimiento de placas tectónicas, los efectos del cambio climático son un factor que puede hacer más vulnerables a las poblaciones en riesgo.
“Además, el cambio climático puede contribuir a fenómenos meteorológicos extremos, como tormentas intensas o mareas más altas, que pueden aumentar el riesgo de daños por tsunamis”, dijo el Quesada al respecto.
Se estima que hay una probabilidad de 40% para que un tsunami ocurra en el Pacifíco y afecte al Chocó. Mientras que en el Caribe hay que alertar que, por ejemplo, en Santa Marta, pueblos de la Ciénaga no están lo suficientemente preparados
Colombia es un país en riesgo de sismos y tsunamis
Por último, es importante resaltar que países como Colombia no están excentos de este tipo de tragedias.
El Servicio Geológico Colombiano explica que el país hace parte de lo que se conoce como el Cinturón de Fuego del Pacífico, “una región donde están las zonas sísmicas y volcánicas más activas del mundo”, lo que crea “un escenario propicio para la generación de tsunamis”.
Frente al riesgo del país de sufrir este tipo de desastres, Quesada le explicó a EL TIEMPO que a pesar que Colombia “ha hecho avances significativos en cuanto a la preparación ante desastres naturales, incluidos los tsunamis”, entre ellas el monitoreo sísmico y la creación de sistemas de alerta temprana, “aún existen desafíos enormes tanto en el Pacífico como en el Caribe”.
“Se estiman que hay una probabilidad de 40 % para que un tsunami ocurra en el Pacifíco y afecte al Chocó, mientras que en el Caribe hay que alertar que, por ejemplo, en Santa Marta, pueblos de la Ciénaga no están lo suficientemente preparados para responder ante la ocurrencia de un tsunami. Más aun cuando hay sistemas activos en términos sísmicos en el Caribe que dejarían solamente unas pocas horas para implementar el plan de evacuación”.
Por esto, el experto insiste en los retos en materia educación pública, capacitación de comunidades locales y la integración de sistemas de alerta con la respuesta inmediata de las autoridades locales.
Santiago Andrés Venera Salazar – INTERNACIONAL – EL TIEMPO
X: @SantiagoVenera