En Royal Portrush se juega dos veces el Open Británico. Una edición la disputa únicamente Scottie Scheffler, el número uno del mundo, que no tiene rivales en el campo, como si caminara en soledad por las calles y los greens bañados por el mar de Irlanda del Norte, las ruinas del castillo de Dunluce recortándose en la luz naranja del atardecer y la Calzada de los Gigantes emergiendo en la costa. Es un paisaje melancólico y su único contendiente es la historia. El otro torneo es el que acoge al resto de los mejores golfistas del planeta. Un amplísimo puñado de jugadores se da codazos, pero todos saben que para ellos la meta es un segundo puesto. En el primero espera Scheffler, que recorre los 18 hoyos como los segundos de una cuenta atrás hacia la gloria.
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