Lenny Kravitz hizo esperar a sus fanáticos. Cuarenta y tres minutos exactos (y cinco años desde su última visita a Colombia) tardó en salir al escenario después la canción final de la banda de rock colombiana Diamante Eléctrico, quienes abrieron la noche del miércoles, 11 de diciembre, en la que el rock, soul, funk y la nostalgia se fusionaron bajo una perfecta armonía.
A las 9:30 p. m. el Coliseo Medplus estaba casi a reventar, con cerca de 12 mil personas, algunas llegando sobre la hora y otras tras haber entrado a guardar su lugar desde las 5 de la tarde, en el ambiente se sentía la ansiedad y la emoción de poder ver al ícono neoyorquino.
Y no es decir menos, ya que, tan pronto las luces se apagaron y el humo de la tarima se intensificó, veinte minutos después, la falsa calma se esfumó y el Coliseo quedó a merced de Kravitz hasta casi la media noche. Los gritos explotaron cuando el cantante, en compañía de los seis músicos que lo acompañaban, salieron al escenario y el sonido de la guitarra del clásico de los noventa: ‘Are You Gonna Go My Way’, empezó.
Lenny, con su característica presencia y su ‘sex appeal’, animó a los bogotanos y compensó la espera. El artista, de 60 años, salió vistiendo pantalones de jean, chaqueta de cuero azul, sus irreemplazables lentes y múltiples cadenas que se mezclaban con una camisa metálica que dejaba su espalda y parte de su abdomen, marcado por el ejercicio, al descubierto.
Como si se tratara de un requisito, los miembros de su banda vestían cuero, colores negros, torsos desnudos y en sus cabezas, un distintivo peinado, ya sea con un frondoso afro, rizos bien definidos o un ‘dreadlocks’ que estaba en sintonía con las conocidas trenzas de Kravitz.
La fuerza visual en blanco y negro de ‘Are You Gonna Go My Way’ se contrastó con el vibrante rojo de ‘Minister Of Rock N’ Roll’ y, más tarde, con ‘Bring It On’, donde se destacó un impresionante solo de guitarra a dúo entre Kravitz y Craig Ross, quien ha sido parte de su banda desde 1991.
Las imágenes proyectadas en las pantallas y los juegos de colores jugaron un rol fundamental durante toda la presentación, adaptándose con acierto al espíritu de cada tema.
La primera interacción de Kravitz con el público ocurrió poco después de las primeras canciones, cuando se secó el sudor con una toalla y, en un gesto casi ceremonioso, la lanzó hacia la multitud, como si les entregara una pequeña ofrenda que fue recibida con algarabío.
Desde ese momento, una energía invisible parecía apoderarse de él, una fuerza tan envolvente que lo hacía moverse con una intensidad casi descontrolada, como si estuviera, tal vez, ‘borracho’ o ‘mareado’ de música, o probablemente, por la altura de la capital de Colombia. Durante las próximas dos horas, Kravitz dio un recorrido por sus doce álbumes que lograron vender 40 millones de discos por todo el mundo.
Transito por todas las etapas de su carrera, desde ‘TK421’, de su último álbum Blue Electric Light (2024), hasta ‘American Woman’, pasando por ‘Fly Away’ e ‘It Ain’t Over ‘til It’s Over’.
Tocó la pandereta, cambió de guitarra varias veces, cantó sin esfuerzo. y, en más de una ocasión, levantó los brazos al cielo. El hombre cumplió con todos los requisitos que Adriana Rodríguez, de 47 años y Paola Villamizar, de 48, habían proclamado horas antes de que iniciara el espectáculo.
Ambas mujeres, bogotanas de pura sepa y amigas desde niñas, escucharon por primera vez a Kravitz en los noventa, cuando aún eran adolescentes y esa misma era su petición: “Que nos haga brincar, gritar, volver a los 16, donde lo conocimos”.
Que nos haga brincar, gritar, volver a los 16, donde lo conocimos
Adriana RodríguezFanàtica
Rodríguez y Villamizar esperaban verlo como a ese artista que recordaban y, según señalaron, el que es actualmente, el cual les parece “espectacular. Imagínate ese físico a nivel de cuerpo a los 60 años, es envidiable. Además porque su show sigue siendo un show, él sigue regio y muy polifacético, tiene la capacidad de tocar todos esos instrumentos, incluyendo su voz y eso no lo hace cualquiera”, indicó Adriana.
Para Paola, por su parte, Kravitz dejó una marca, tanto en la industria como en su vida personal. “Es un divo. Desde el ‘sex symbol’ por excelencia hasta muchas cosas, me ha acompañado en todo. Desde los 16 y después que he pasado por todas las etapas, fue hasta canción de cuna para mi hijo“, recordó con risas.
“¡Bogotá! Estoy muy feliz de estar aquí con ustedes, si, si , si. Todos juntos somos energía, somos vida, somos amor
“¡Bogotá! Estoy muy feliz de estar aquí con ustedes, si, si , si. Todos juntos somos energía, somos vida, somos amor. Significan tanto para mi, muchas gracias, los amo”, dijo Kravitz, aventurándose a hablar español en principio. Con lentitud pronunció estas palabras que fueron recibidas con gritos. El resto de la noche, entre un inglés y un español bien pronunciado, se comunicó con sus fanáticos.
En coro, el Coliseo MedPlus acompañó a Kravitz en, aproximadamente, 21 canciones. Entre estas, la audiencia, en unísono, cantó durante varios minutos el coro de ‘Stillness Of Heart’, del álbum Lenny (2001), mientras que el cantante les cedía su micrófono y escuchaba atento. Minutos después, el artista se bajó del escenario y tomó las manos de los presentes en las primeras filas y los acompañó en las melodías.
Durante dos horas, Kravitz se movió con soltura, contorneando la cadera, mientras el rugir del público lo envolvía en un éxtasis animal. Entre sonrisas, elogió a su banda, que incluyó la participación de un trío de vientos, con presencia intermitente pero relevante.
Además, de por supuesto Craig Ross, quien se intercala con Lenny para ser la primera guitarra en canciones como ‘Believe’ y quien lleva más de 30 años con la estrella; de igual forma, no olvida a el surcoreano Hoonch The Wolf Choi, bajista y tecladista, quien destacó en los gritos del público al lucir sus abdominales, sin embargo, los mayores alaridos los recibe la baterista Jas Kayser en la presentación de los artistas que acompañan a Kravitz.
Sobre las 10:50 p. m., cuando una hora de concierto ya había transcurrido. Lenny se detuvo a observar al público, que emocionado coreaba “Olé, olé, olé, Lenny, Lenny”. Los músicos, expectantes, pararon la música y la atención quedó solo en el cantante, quien se detenía a leer pocos carteles que se ondeaban en el aire.
Con decisión le señaló a su equipo a dos personas, una mujer que cargaba consigo un marcador y un poster con una fotografía de Lenny, de algunos años atrás. Arriba del escenario, la fanática saltó emocionada y corrió a abrazarlo. Luego de unos minutos así, subió otro entusiasmado admirador.
-“¿También quieres un abrazo? Bueno, amor es amor”, enunció el artista con carisma recibió en sus brazos al hombre de mediana edad, quien, inmediatamente después de separarse de Kravitz, le mostró su teléfono con una imagen de su hija.
Esa noche, Kravitz se consagró ante la capital del país como un ‘ministro del Rock’ y demostró que era un ‘rockstar’, tal y como lo describe Ricardo, de 45 años. Un fan que lleva más de 20 años siguiendo su música, siendo esta la primera vez que logra verlo en vivo, después de casi 10 años, cuando el artista canceló un concierto al que iba a asistir.
“Siempre he visto que entra a los conciertos como si fuera un Dios. Su presencia, su energía: es como un olimpo, un Zeus”, detalló y, en retrospectiva, así fue, en parte, ya que en contradicción a lo que se podría entender en sus descripciones de ‘Divo’, el hombre nacido el 26 de mayo de 1964 se mostró con simpatía a sus fanáticos.
Con ‘Let Love Rule’, la canción más vieja de la ‘setlist’ de la noche, culminó su presentación en Bogotá y, rozando la media noche, el cantante finalizó su visita con una ovación total del Coliseo.
REDACCIÓN ÚLTIMAS NOTICIAS.