SAN FRANCISCO — Dentro de un edificio de vidrio curvo junto a la arena de basquetbol de los Warriors de Golden State, en San Francisco, ocho latas de Spam con brazos diminutos cobran vida y emiten palabras generadas por inteligencia artificial en teclados miniatura. Forman parte del Misalignment A.I. Museum, una galería dedicada al arte inspirado en la IA.
Al otro lado de la Ciudad, en el sótano de una tienda, un grupo de trabajadores tecnológicos ofrecían monólogos de comedia sobre lenguajes de programación, ChatGPT y el precio de las acciones de Nvidia para Artificially Unintelligent, un show de comedia con temática tecnológica.
Y un mes antes, en otro barrio, un grupo de trabajadores tecnológicos se reunió en una casa usada como las oficinas de una compañía de arranque para una lectura de “Doomers”, una obra de teatro sacada de los titulares noticiosos sobre el fin de semana en el que Sam Altman, el director general de la startup OpenAI, fue despedido brevemente.
La IA les está dando a los mundos del arte y el entretenimiento mucho qué temer, desde posibles violaciones de derechos de autor a escala global hasta la pérdida de empleos a manos de una máquina desalmada. Pero la IA también se está convirtiendo en tema de conversación para la comunidad creativa.
La tecnología tiene mucho tiempo de ser un elemento básico de la ciencia ficción, pero ahora, dos años después del auge iniciado por ChatGPT, de OpenAI, las cuestiones planteadas por esos libros y películas parecen ser un poco más reales.
Más artistas, dramaturgos y comediantes están hallando inspiración en la tecnología de IA que está disponible actualmente: sus dilemas éticos, su impacto, sus riesgos y sus absurdos.
Al público le encanta. “Doomers” tendrá una temporada oficial a inicios del próximo año en Nueva York y San Francisco. El Misalignment A.I. Museum, que comenzó en el 2023 como una exhibición temporal de ocho semanas, se mudará a un espacio más amplio y permanente en San Francisco en febrero.
Parte del trabajo creativo sobre la IA proviene de allegados a la industria tecnológica que se burlan de la publicidad exagerada o que suenan alarmas sobre los peligros.
En octubre, más de 10 mil actores, autores y músicos firmaron una carta en la que se oponen al uso de sus obras para entrenar sistemas de IA.
Al menos 10 grupos, entre ellos actores de doblaje, la Asociación de la Industria Discográfica de EU y The New York Times, han demandado a compañías de IA, alegando que la tecnología utiliza ilegalmente obras protegidas por derechos de autor sin permiso. Y muchos artistas han expresado su preocupación de que la IA pronto pueda reemplazarlos.
“Definitivamente, es un tema importante que nos afecta a todos, y deberíamos hacer que todos los afectados por ello formen parte de la conversación”, dijo Audrey Kim, la fundadora del museo.
Kim ha estado pensando en la IA durante al menos una década, desde que trabajaba en operaciones en Cruise, la compañía de vehículos autónomos ahora propiedad de General Motors.
Sus colegas debatían a la hora del almuerzo sobre el papel de la IA en la sociedad. A medida que ese debate se volvía generalizado, Kim decidió que el arte podía ser una forma de tender un puente entre las personas que desarrollan la IA y el resto de nosotros.
En un principio, su museo, un grupo sin fines de lucro que se mantiene con donativos, se enfocó exclusivamente en abordar los riesgos de la IA.
Pero a través de conversaciones con personas que trabajan en tecnología, Kim se dio cuenta de que no había consenso entre los entusiastas de la tecnología respecto a cuáles eran los riesgos de la IA para la humanidad, o siquiera un entendimiento sobre cómo funcionaba. Así que dio un giro hacia la educación y a hacer las preguntas importantes.
Una exhibición es una cabina telefónica hecha para conversar con una versión de IA de la leyenda de la televisión Fred Rogers, quien condujo el programa infantil “Mister Rogers’ Neighborhood”.
La exhibición analiza la tecnología que se utilizó para crearla, incluido el convertidor de voz a texto que interpreta la voz del visitante, el sistema de inteligencia artificial que crea la personalidad similar a la de Fred Rogers y el modelo de texto a voz que simula su voz, “para que no sea simplemente una IA nebulosa y vaga”, dijo Kim.
Muchas de las piezas del museo, como un lector de palmas de IA o una Broomba (una escoba sobre una aspiradora Roomba), son divertidas. Un títere de payaso que grita pidiendo ayuda con la voz del visitante es aterrador.
Kim, que personifica el espíritu caprichoso y simpático del museo en visitas guiadas, se considera a sí misma una optimista tecnológica. “El futuro no está decidido”, aseguró. “Lo que hagamos hoy es lo que lo hará que tenga éxito o fracase”.