Por estos días la Iglesia Católica realiza el cónclave, que es la reunión de cardenales entre los que se elegirá al que será el nuevo papa que sucederá a Jorge Bergoglio, papa Francisco, tras su fallecimiento.
Técnicamente, cualquier varón bautizado puede ser elegido, aunque si no es obispo, debe ser ordenado inmediatamente.
Lo curioso de este nombramiento es el tema de la edad, ya que, comúnmente en un trabajo tradicional una persona se considera productiva hasta sus 60 años y esa es la edad de su jubilación, retiro o pensión. Pero no ocurre lo mismo con los hombres que se dedican a la vida eclesiástica.
Y es que aunque se diga que no hay una edad especificada en la Iglesia Católica, la verdad es que, en la práctica, todos los papas han sido hombres mayores a las seis décadas de vida, una etapa de la vida en la que cuentan con una larga trayectoria eclesiástica.
Tradicionalmente, los papables —es decir, los considerados con posibilidades reales de ser elegidos— suelen tener al menos unos 60 años, ya que se valora la experiencia pastoral, teológica y de liderazgo dentro de la Iglesia.
Para los líderes de la Iglesia tiene mucho valor y mucho peso, toda una vida de servicio, por lo que es usual que el cardenal que sea elegido como sumo pontífice tenga dicha edad. En ese sentido, y, por lo general, es usual que la persona se jubile aproximadamente a los 80 años, si es su decisión dimitir, o si, por el contrario, permanece en el cargo hasta el día de su muerte como ocurrió con el papa Francisco.
Esta costumbre refleja el deseo de contar con un líder maduro, preparado para asumir una de las responsabilidades espirituales y administrativas más exigentes del mundo.
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