Equipados con herramientas para medir nuestras calorías, pasos, horas de trabajo y ciclos de sueño, ahora se nos ha exhortado a medir también nuestro impacto caritativo. Libros, podcasts, TikToks y guías digitales nos imploran que donemos nuestro dinero cautelosa y racionalmente, a las organizaciones de caridad que prometen sacarle el máximo jugo a cada dólar. No importa si eres leal a una organización benéfica local —los datos pueden indicarte exactamente a dónde debe destinarse tu dinero.
¿Cuál es la forma correcta de regalar dinero? El debate ha sido fomentado en parte por un grupo de multimillonarios —entre los que destaca Dustin Moskovitz, el cofundador de Facebook, y su esposa, Cari Tuna— cuya filosofía sostiene que la gente debe donar donde sea más necesario su dinero y donde sea más probable que produzca los mayores efectos.
Moskovitz y Tuna figuran entre los multimillonarios del sector tecnológico que han adoptado el altruismo efectivo, una visión del mundo que se centra en optimizar el bien.
Elon Musk dijo que el pensamiento altruista efectivo está estrechamente alineado con sus puntos de vista.
El altruismo efectivo puede dar a la gente permiso moral para seguir acumulando más riqueza —siempre y cuando regalen parte de ella. La filosofía también encaja cómodamente en una era de creciente desigualdad, al tiempo que las fortunas de los más ricos del mundo han crecido, al igual que su capacidad para moldear ideas para el resto de nosotros.
Nuestros debates sobre el altruismo se producen en medio de una crisis para las pequeñas organizaciones de caridad locales. Un reporte de este año, de casi 200 líderes filantrópicos, señaló que las organizaciones que más sufrieron cuando 20 millones de hogares estadounidenses dejaron de donar entre el 2010 y el 2016 fueron los grupos comunitarios cuya existencia dependía de pequeños donadores y los que “proporcionan la columna vertebral de la vida cívica”.
En 1972, el filósofo Peter Singer publicó el ensayo “Hambre, Riqueza y Moral”, que conmocionó a los lectores con una sencilla súplica: si hay algo que una persona pueda hacer para aliviar el sufrimiento de alguien que se encuentra del otro lado del mundo, se tiene la responsabilidad de ayudar. En las décadas posteriores, el altruismo efectivo ha pasado de ser una idea filosófica a un movimiento y a una filantropía multimillonaria.
Las críticas al movimiento se han multiplicado. Los escépticos señalan que desgasta los ya desgastados vínculos de la gente con organizaciones de beneficencia locales como comedores comunitarios y refugios. Un multimillonario que se compromete a hacer “el mayor bien” con su fortuna también puede brindar una justificación para tener esa fortuna para empezar, sin importar cómo se adquirió. Y canalizar dinero sólo hacia causas con impacto mensurable puede socavar el financiamiento para fuentes de bien menos mensurables.
“Con mucha frecuencia no se pueden cuantificar las cosas que más valoramos”, dijo Amy Schiller, autora de “The Price of Humanity: How Philanthropy Went Wrong —and How to Fix It”, citando museos, bibliotecas y parques.
Sam Bankman-Fried, el fundador caído en desgracia del mercado de criptomonedas FTX, fue miembro del movimiento altruista efectivo. Viajaba por todo el mundo vistiendo una camisa andrajosa con el símbolo del movimiento. Bankman-Fried acogía el concepto de “ganar para dar”, lo que significaba que ganaba miles de millones de dólares sólo con el fin de regalarlos. Cuando resultó que había ganado esos miles de millones mediante un esquema fraudulento, algunos críticos se preguntaron si la mentalidad de “ganar para dar” le había permitido justificar estafar a los clientes.
Schiller se sintió incómoda con el altruismo efectivo por primera vez mientras trabajaba como consultora en recaudación de fondos. Se encontró con donadores que le decían, en resumidas cuentas: “Estoy buscando el mejor rendimiento por mi inversión”. Schiller no pudo evitar sentir que este enfoque convertía la búsqueda de una causa benéfica en un ejercicio de búsqueda de gangas.
La escuela de filantropía que ahora propone Schiller se centra en la “magnificencia”. Ha decidido que necesitamos causas caritativas que hagan que la vida de las personas se sienta significativa, radiante y sagrada. Piense en reservas naturales, centros culturales y lugares de culto.
Incluso el director ejecutivo del Centro para el Altruismo Eficaz, Zachary Robinson, dijo que la optimización no dicta todas sus formas de hacer el bien. Dona a causas altruistas efectivas, pero también dona a nivel local. “No necesitamos ser dogmáticos”, dijo.
Existe un creciente deseo entre algunos filántropos de abordar los donativos caritativos con el objetivo de aliviar no sólo la pobreza sino también la desigualdad.
Un modelo es el Movimiento del Buen Ancestro, con sede en Gran Bretaña. Su fundadora, Stephanie Brobbey, trabajaba como abogada patrimonial privada. Tuvo una crisis de conciencia cuando se dio cuenta de que había estado ayudando a los clientes a protegerse de tener que pagar impuestos —aunque sabía que las instituciones públicas necesitaban esos impuestos.
Renunció y comenzó un curso que reunió a donadores para estudiar historia económica y hablar de cómo se podría utilizar su dinero para cambiar la política económica. Se trata de megafilántropos que intentan hacer obsoleto su propio campo. “Queremos trabajar para estar en un lugar donde no tengamos que depender de la benevolencia de los ricos para abordar los problemas graves del mundo”, dijo Brobbey.
En Estados Unidos está Solidaire, que surgió de Occupy Wall Street. Un grupo de manifestantes del movimiento del 2011 fundó Solidaire, que apoya específicamente a movimientos de justicia social como grupos de justicia racial, grupos de justicia climática y grupos de protección de personas transgénero. Dirige sus donativos caritativos en función de lo que los destinatarios dicen que necesitan —sus voces y opiniones, no sólo datos.
No hay nada de malo en el deseo de medir el valor de lo que damos. Pero tampoco hay nada de malo en pensar de manera amplia sobre ese valor o las herramientas para medirlo. Quizás lo que necesita una calle fracturada es que un vecino dé a otro vecino. Quizás sea difícil ponerle precio a hacer magnífica la vida de otra persona.