Luego de la caída del régimen de Bashar al Asad en Siria, el mundo seguía a la expectativa sobre quién gobernará los designios de un país que tiene el potencial de reconfigurar el equilibrio de fuerzas en Oriente Medio, pero que a su vez enfrenta un desafío humanitario sin precedentes debido a la crisis que vive esta nación desde la Primavera Árabe en 2011 y la posterior guerra civil que arrastró al 90 por ciento de su población a vivir bajo el umbral de la pobreza, según la ONU.
Justo ayer, los insurgentes, que acabaron con cinco décadas de mandato autoritario bajo el mando de la familia Al Asad, le encomendaron a Mohamed al Bashir formar un gobierno de transición tras un mensaje retransmitido por la televisión siria ahora dirigida por la oposición.
Al Bashir es el presidente del Gobierno de Salvación, una suerte de rama política y civil del Organismo de Liberación del Levante (Hayat Tahrir al Sham o HTS, en árabe), cuyos milicianos al mando de Abu Mohamed al Jolani fueron los encargados de lanzar la ofensiva relámpago que derrocó al régimen.
Sirios celebran la caída de Bashar al Asad. Foto:EFE
Poco después de esta designación, en Damasco hubo una reunión tripartita para determinar el traspaso de poder y evitar que el país entre en un estado de “caos”, según un comunicado conjunto.
Las tres partes que se reunieron fueron el líder de la coalición rebelde liderada por el HTS, Ahmed Al Sharea (nombre de guerra Al Jolani); el primer ministro sirio, Mohamed Ghazi al Jalali y Al Bashir.
Es natural que el frente de resistencia se vea afectado
Si bien la oposición en el exterior le confirmó a la agencia Efe que el propósito es que haya un gobierno de carácter civil y no islamista, el pasado de Al Jolani, quien perteneció a una rama de Al Qaeda, pero luego se separó, provoca recelo en la comunidad internacional.
Sirios buscan regresar a su país. Foto:EFE
De momento, el gobierno de Turquía, que tiene cierta cercanía con los rebeldes de HTS, se erige como un país clave que podría tener las llaves de la estabilidad en la región.
Los analistas turcos coinciden en que Anakara está en el bando ganador del conflicto, junto con Estados Unidos e Israel, frente a los perdedores, que son Rusia e Irán.
El ministro de Exteriores turco, Hakan Fidan, y el vicepresidente, Cevdet Yilmaz, subrayaron que la transición debe incluir a todos los grupos étnicos y religiosos. De hecho, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan -que hasta el lunes por la tarde no había hecho declaraciones sobre la caída de Al Asad- enumeró el sábado a “árabes, turcomanos, kurdos, suníes, alawíes y cristianos, conviviendo sin discriminación” en su visión de una Siria futura.
Una Siria estable y aceptada por las potencias europeas y norteamericanas redundaría en beneficio de Turquía como socio comercial, proveedor de hidrocarburos, mercado para la industria turca y puerta de tránsito hacia el resto del mundo árabe.
Además, debería poder acoger de nuevo a una parte de los 3 millones de refugiados que Turquía viene abasteciendo en su territorio y cuyo retorno exigen cada vez más partidos políticos turcos.
Pero por ahora es una incógnita cuánta capacidad tendrá Ankara para influir en las pugnas de poder que pueden aparecer entre los varios grupos que han colaborado en la caída de Asad.
Tampoco es verosímil que a Turquía le gustaría ver a Jolani, buscado por Estados Unidos como terrorista, en un cargo de relevancia pública en Damasco: preferirá un Gobierno compuesto de diversas facciones que diluya el perfil del islamismo radical.
Turquía cuenta también con las milicias del noroeste agrupadas bajo el nombre del Ejército Nacional Sirio (SNA), su principal aliado contra el archienemigo de Erdogan: las milicias kurdosirias YPG que dominan el noreste del país, a lo largo de la frontera turca.
Un combatiente antigubernamental dispara al aire en el centro de Alepo. Foto:AFP
Ankara considera al YPG una filial del proscrito Partido de Trabajadores de Kurdistán (PKK), la guerrilla kurda de Turquía, y se opone tajantemente a que el YPG tenga un papel en la reconstrucción de Siria y, menos aún, una autonomía.
Malestar en Rusia e Irán y regocijo en Israel
Pero además del papel que podrían tener los turcos en un futuro gobierno, aún es una incógnita sobre qué papel tendrán Moscú y Teherán, que tienen diversos intereses geopolíticos en Siria.
Rusia, por un lado, tiene una serie de bases militares sobre las cuales el Kremlin ya anunció que tratará de negociar el futuro de estos centros con el próximo gobierno sirio. Mientras que para Irán el territorio sirio es una suerte de centro logístico para el envío de armamentos para los miembros del eje de la resistencia (Hezbolá, Hamás y los hutíes de Yemen).
“Es natural que el frente de resistencia se vea afectado”, dijo a propósito el ministro iraní de Exteriores, Abás Araqchí, en una entrevista televisada a última hora del domingo.
Combatientes antigubernamentales celebran en una calle de Maaret al-Numan. Foto:AFP
En contraste, el ambiente en Israel era más bien triunfal. El primer ministro Benjamin Netanyahu dijo que la caída de Al Asad fue una consecuencia directa de las acciones en Israel, en especial durante la guerra en Gaza, que terminaron debilitando a Hezbolá, un importante sostén del régimen sirio.
Sin embargo, Danny Citrinowicz, investigador del Instituto para los Estudios de Seguridad Nacional en Tel Aviv, dijo a la agencia AFP que Israel ayudó a precipitar los acontecimientos en Siria, pero que la caída de Asad fue una consecuencia no intencional. “Es obvio que lo que hizo Israel definitivamente llevó a eso, pero dudo que tuvieran una estrategia para hacerlo”, comentó.
De momento, el Estado hebreo parece estar aprovechando el vacío de poder en Siria.
Este lunes, el canciller israelí confirmó que un contingente de tropas había cruzado una zona desmilitarizada limítrofe con suelo sirio, en los Altos del Golán, una medida que es vista por ellos como “temporal y limitada” para evitar la incursión de milicianos. Sin embargo, el Estado Mayor israelí también anunció que la fuerza aérea bombardeó centros de logística que, al parecer, albergaban armas químicas.
¿Qué está pasando en Siria y por qué cayó el régimen de Bashar al-Asad? Foto:
El fantasma de una crisis humanitaria que creció por años
Pero mientras las fichas del ajedrez geopolítico se siguen moviendo y se recalibran las fuerzas en Oriente Medio, millones de ciudadanos sirios de a pie aún esperan respuestas sobre qué sucederá con su futuro.
Naciones Unidas calcula que 16 millones de sirios se encuentran actualmente en situación de necesidad de ayuda humanitaria y urge a la comunidad internacional a aumentar la financiación para la cooperación de cara a “abrir nuevas instalaciones de refugio, saneamiento y alimentación”.
Sirios buscan regresar a su país. Foto:EFE
No obstante, la caída de Bashar al Asad aceleró que muchos países, en especiales lo europeos, empezaran a suspender las solicitudes de asilo para el éxodo sirio. Austria, Alemania, Bélgica, Suecia, Dinamarca, Noruega, Suiza y Reino Unido decidieron suspender las tramitaciones en un contexto de auge de la extrema derecha en el continente.
La llegada de migrantes se ha convertido en un asunto sensible en Europa, especialmente desde la crisis migratoria de 2015, cuando llegaron decenas de miles de refugiados al continente, entre ellos sirios huyendo de la guerra en su país. Así las cosas, lo que ocurra en las próximas semanas con el naciente gobierno sirio depende, en parte, la estabilidad política en el viejo continente.