BEIJING — Ningún líder de negocios estadounidense ha apoyado de manera más visible y generosa al Presidente electo Donald J. Trump que Elon Musk, y pocos, si acaso, tienen una relación más compleja con China, a la que Trump ha prometido confrontar con aranceles más altos y otras medidas.
Musk tiene mucho en juego. Su compañía más conocida, Tesla, produce la mitad de sus vehículos eléctricos en China. Tesla vende más autos en China que en cualquier otro lugar, salvo EU, y su competencia local es cada vez más fuerte.
Los reguladores chinos aún no le han permitido a Tesla ofrecer su más nueva tecnología de conducción asistida y autónoma, al tiempo que permiten a armadoras chinas avanzar rápidamente con sistemas similares.
Musk ha recurrido al Primer Ministro de China, Li Qiang, en busca de permiso para proceder con lo que Tesla llama conducción autónoma total, a medida que ha disminuido la participación de mercado de la compañía en China. Algunos expertos han sugerido que Beijing podría convertir a Musk en un aliado influyente para tratar de persuadir a Trump de adoptar un enfoque más conciliador en materia de comercio.
Muchas de las otras compañías de Musk, como sus empresas de energía solar y baterías grandes, se enfrentan a una fuerte competencia de negocios chinos.
Altos aranceles, impuestos por Trump en su primer mandato e incrementados por el Presidente Joseph R. Biden Jr., han detenido un esfuerzo de fabricantes automotrices chinos por incursionar en el mercado estadounidense.
Musk está compitiendo en industrias globales que el Gobierno chino financia fuertemente —vehículos eléctricos, baterías, energía solar y lanzamientos espaciales. El sistema bancario controlado por el Estado chino aumentó los créditos netos a la industria a 670 mil millones de dólares el año pasado, comparado con 83 mil millones de dólares en el 2019.
La compañía de cohetes de Musk, SpaceX, enfrenta rivalidades emergentes con empresas chinas vinculadas al Estado. Tesla Energy produce paquetes de baterías grandes utilizadas en redes eléctricas para almacenar energía en combinación con energía solar o eólica, en un creciente mercado por lo demás dominado por China.
China es el principal proveedor mundial de paneles solares, pero Tesla Energy, en asociación con la sudcoreana Qcells, aún tiene presencia en ese sector.
Además de ser un mercado de consumo crucial para Tesla, China es sede de la mayor planta de ensamblado de la compañía. Esa fábrica, en Shanghai, también abastece a gran parte del mercado europeo. Tesla también ha importado paquetes de baterías para autos eléctricos de China para complementar su propia producción en Nevada.
Cuando los autos de Tesla estuvieron disponibles en grandes cantidades en el 2020, su popularidad transformó el mercado automotriz chino. Desde entonces, bancos controlados por el Estado han prestado miles de millones de dólares a bajo interés a armadoras chinas, que han librado férreas guerras de precios que han destrozado los márgenes de utilidad.
Tesla ha participado en la competencia de precios, pero sus ventas en China han crecido a un ritmo más lento que las de sus rivales locales.
Citando motivos de seguridad nacional, la Administración Biden ha iniciado un proceso regulatorio para prohibir la importación o venta en EU de autos provenientes de China o Rusia con conexiones a redes digitales. Si ese proceso continúa en la Administración Trump y resulta en el veto de tales autos, los reguladores chinos podrían tomar represalias limitando los autos de Tesla.
La mayor interrogante sobre la influencia de Musk en las relaciones comerciales chino-estadounidenses es cuánto durará su alianza con Trump.
Tu Le, director ejecutivo de Sino Auto Insights, una consultora de Detroit especializada en el sector automotriz de China, dijo: “Con el tiempo, los dos egos más grandes del mundo van a tener una ruptura”.