Decenas de mujeres, jóvenes y niños sirios invadieron este domingo, en Damasco, la lujosa mansión de seis pisos, abandonada antes de la medianoche del sábado, por el dictador Bashar al Asad, de 59 años, su esposa Asma y sus tres hijos, que volaron hacia Moscú, donde su protector y amigo Vladimir Putin les otorgó asilo.
Los juguetones asaltantes pasearon por salones y jardines, se tomaron selfies, filmaron videos y se llevaron objetos de plata, electrodomésticos y muebles, mientras hombres armados de la avanzada rebelde abrían archivadores y una caja fuerte, aseguraban documentos y destrozaban fotografías del sátrapa derrocado.
A la misma hora, rebeldes con fusiles y ametralladoras entraban en la capital siria, en el clímax de una veloz ofensiva final de solo 12 días, durante la cual apenas encontraron resistencia del sanguinario, y otrora poderoso, ejército de Al Asad. Durante el fin de semana, el primer ministro Mohamed al Jalali negoció con los líderes rebeldes la entrega pacífica de los edificios gubernamentales, así como las guarniciones militares y de policía.
Irán perdió a Hamás, Hezbolá y Siria, en meses, y eso debe llevar a cambios en el régimen de los ayatolas.
Muy disímiles fuerzas de oposición cayeron sobre Damasco y a inicios de esta semana trataban de coordinar sus esfuerzos para establecer un gobierno provisional, representativo del amplio espectro de grupos armados que luchaban contra Al Asad desde 2011, cuando estalló la guerra civil. Ese año, gigantescas manifestaciones del capítulo sirio de la Primavera Árabe fueron reprimidas a sangre y fuego por el régimen dictatorial, iniciado en 1971 por Hafez al Asad. En 2000, su hijo Bashar heredó el cargo y lo mantuvo hasta el domingo.
Bandera de la oposición de Siria. Foto:EFE
La ofensiva rebelde estuvo marcada por el rápido avance, desde el norte del país, del grupo islamista Hayat Tahrir Al Sham (HTS), liderado por Abu Mohamed al Jolani, que tomó Alepo el 30 de noviembre, Hama el 5 de diciembre, Homs el 7 y, finalmente, Damasco este domingo 8.
Desde el sur, cerca de la frontera con Israel y Jordania, otros grupos rebeldes que se habían hecho fuertes al este de las alturas del Golan también se lanzaron sobre Damasco, mientras en el norte y el noreste activaban sus ataques otros dos bloques opositores: las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), dominadas por los kurdos y apoyadas por Washington, y la Armada Nacional Siria (ANS), respaldada por Turquía y enemiga de los kurdos. El FDS domina desde hace varios años una cuarta parte del país, en el noreste, un enclave entre Turquía e Irak, mientras la ANS se había consolidado en dos zonas separadas en el norte, fronterizas con Turquía.
Un manifestante se encuentra sobre una fotografía del presidente Bashar al-Assad. Foto:AFP
La derrota de Putin e Irán
Resulta difícil predecir quiénes serán los ganadores del vuelco repentino que sufrió la situación en Siria, sin saber siquiera qué forma adoptará el gobierno provisional ni qué grupos del amplio abanico opositor lo integrarán. Pero en cambio está claro quiénes, aparte del propio Al Asad, son los grandes derrotados: el presidente ruso, Vladimir Putin, y el régimen iraní de los ayatolás.
Moscú era un viejo aliado del régimen de los Asad. En 2015, cuando las fuerzas rebeldes amenazaban con derrocar a Al Asad hijo, el Kremlin se jugó el todo por el todo. Apoyó la construcción de la base aérea de Hmeimim, en el este, y la operaba desde entonces. Y fortaleció las instalaciones navales de Tartús, construidas por los soviéticos en 1971 gracias a un acuerdo con Al Asad padre, y que constituyen la mayor base militar rusa fuera de su territorio, desde donde por más de medio siglo ha operado la flota rusa del Mediterráneo.
“Siria debe ser para todos los sirios”, dijo Al Golani, pero muchos dudan de un islamista hablando de pluralismo.
El líder del Organismo de Liberación del Levante (Hayat Tahrir al Sham o HTS, en árabe). Foto:EFE
Para ayudar a Al Asad, en estos años Moscú desplegó bombarderos de largo y mediano alcance para atacar campamentos rebeldes, que también fueron blanco de los misiles de crucero rusos lanzados desde su flota en el Mediterráneo. Además, los militares rusos instalaron modernos sistemas antiaéreos S-400, S-300 y Pantsirs, y pusieron al servicio del régimen sirio sistemas de inteligencia electrónica de última generación.
Gracias a ello, Al Asad pudo sostenerse y arrinconar a los rebeldes, pero el escenario comenzó a cambiar en febrero de 2022, cuando las tropas rusas invadieron Ucrania y, obligado a concentrar todo su esfuerzo bélico en la operación contra Kiev, Putin se vio obligado a reducir de modo sustancial su respaldo a Al Asad. “A partir de entonces, y en especial cuando Ucrania logró frenar el avance ruso en 2023, cada vez cayeron menos misiles y menos bombardeos rusos sobre las posiciones rebeldes”, le explicó a EL TIEMPO, este lunes, un diplomático europeo que sigue esa guerra desde hace años.
Armas en Siria (Imagen de referencia) Foto:EFE
Aún así, Moscú pareció sorprenderse ante el veloz avance rebelde de las semanas recientes. El sábado, el ministro de Asuntos Exteriores de Putin, Serguei Lavrov, declaró que, ante la ofensiva insurgente, “nos opondremos por todas las formas posibles y sostendremos a las autoridades sirias legítimas”, algo que, según resultó claro 24 horas después, Moscú no estaba en capacidad de hacer.
El futuro de las estratégicas bases militares rusas en Siria es una incógnita, pero es seguro que el Kremlin intentará negociar el asunto con el nuevo gobierno. “Teniendo en cuenta lo que está en juego, Moscú estará más inclinado a adaptarse que a retirarse”, explicaba al diario francés Le Figaro, a inicios de semana, Nicole Grajewski, experto en Medio Oriente del Instituto Carnegie, con sede en Washington. Falta ver si lo consigue. Aún más grave puede resultar el golpe para Irán, el otro gran aliado del derrocado Al Asad. Desde el inicio de la guerra civil, mientras Rusia apoyaba a Damasco con misiles y bombardeos, el régimen iraní desplazó a miles de combatientes suyos y de Hezbolá, la guerrilla proiraní instalada en Líbano, a combatir en territorio sirio. Pero este fin de semana, las autoridades de Teherán activaron una operación de rápido retiro de esas tropas y el desmantelamiento de sus instalaciones militares en Siria.
Irán perdió a Hamás, Hezbolá y Siria, en meses, y eso debe llevar a cambios en el régimen de los ayatolas.
Para Irán es un retroceso más, y muy grave, tras los durísimos golpes propinados por Israel a Hezbolá en Líbano, y a Hamás –otro amigo de Irán– en Gaza. Es el peor momento militar –y en consecuencia, político– de la influencia de Teherán en la región. Para el politólogo francés Gilles Kepel, profesor de Columbia y de Sciences Po, se trata del derrumbe del “eje de la resistencia antisionista, liderado por Teherán” que, agrega, “perdió consecutivamente a Hamás, Hezbolá y Siria”, lo que debería llevar, según le dijo Kepel a Le Figaro el lunes, “a mutaciones internas importantes” del régimen de los ayatolás.
Varias personas huyen del norte de Siria, donde Turquí está atacando a las milicias kurdas. Foto:AFP
Un horizonte incierto en Siria
El derrumbe del eje antisionista del que habla Kepel podría ser motivo de alegría para el Gobierno de Israel. Pero si bien el triple golpe recibido por Irán alegra al Ejecutivo de Benjamín Netanyahu, los motivos de preocupación ante lo que viene no son menores: el grupo HTS, que unió a las fuerzas islamistas suníes (en oposición a los chiíes apoyados por Irán) que batallaban contra el régimen de Al Asad, es considerado por muchos conocedores como más radical aún que Hezbolá y Hamás.
Algunos de sus líderes y militantes proceden de Al Qaeda –el hoy muy disminuido grupo que estuvo detrás de los atentados de 11 de septiembre de 2001– y del Estado Islámico (EI), organización ultrarradical que promueve la creación de un califato, la persecución a los cristianos y la reducción a mínimos de los derechos de las mujeres. Tanto Al Qaeda como EI proclaman el odio a Israel y la persecución al “enemigo sionista”.
Al Jolani, el líder de HTS, dice provenir de una familia originaria del Golán (de ahí su nombre también escrito ‘Golani’), la meseta de Siria fronteriza con Israel, Líbano y Jordania, que está ocupada por las tropas israelíes desde 1967. Según lo que él mismo ha contado, su familia fue desplazada de las alturas del Golán tras la invasión de Israel, todo lo cual debe preocupar al gobierno de Netanyahu.
Rebeldes sirios circulan por una carretera en la parte oriental de la provincia de Alepo. Foto:AFP
Tanto Washington como la Unión Europea consideran a Al Jolani como “terrorista global” y por su captura hay una recompensa de 10 millones de dólares. De manera preventiva, Israel bombardeó el lunes en la tarde instalaciones al suroeste de Damasco, donde sus informes indicaban que Al Asad almacenaba armas químicas y misiles de largo alcance, todo ello “para que no caigan en manos de extremistas”, según ha explicado el ministro de Exteriores de Israel, Gideon Saar.
A partir de entonces, y en especial cuando Ucrania logró frenar el avance ruso en 2023, cada vez cayeron menos misiles y menos bombardeos rusos sobre las posiciones rebeldes
Él y el grupo HTS han gobernado, con dura represión, la ciudad de Idlib y la provincia que la rodea, al norte de Siria, desde hace tres años. En meses recientes, y en busca de legitimidad, Al Jolani quiso lavar su imagen y pidió a sus hombres que no persigan a los cristianos ni les impongan a las mujeres las interpretaciones más estrictas de la sharia.
Pero es difícil saber si se trata de meras maniobras tácticas mientras Al Jolani y su gente se adueñan del nuevo gobierno de Siria, o si la alianza que han promovido puede entenderse como un paso hacia cierto pluralismo que, a más de proteger a cristianos y mujeres, garantice los derechos de la minoría kurda. Empeñado en cuidar su imagen, Al Jolani besó el suelo de Damasco apenas ingresó a la ciudad.
“Siria debe ser para todos los sirios”, había declarado días antes. Y sostuvo ante periodistas y diplomáticos occidentales que quiere hacer de esta región un modelo de instituciones respetables y de diversidad. Pero como bien advertía, este fin de semana, el analista franco-sirio Omar Yusef Suleimani en una columna en el semanario L’Express, “sobre semejantes asuntos, nunca es conveniente confiar en las declaraciones de un islamista”. Para él, “oír a un islamista hablar de diversidad resulta tan creíble como ver a un imán declararse ateo”. Solo el tiempo dirá si Al Jolani es una excepción a esa regla.
MAURICIO VARGAS
ANALISTA
EL TIEMPO