THIAROYE, Senegal — Una tarde reciente, los estudiantes de secundaria en Senegal escucharon en silencio mientras su maestra de historia contaba una historia que conocían. En 1944, fuerzas coloniales francesas masacraron a soldados de África Occidental que habían regresado de Francia después de pelear en la Segunda Guerra Mundial, dijo Aminata Diedhiou, la maestra. Su escuela, en el poblado de Thiaroye, se ubica cerca del lugar de los asesinatos.
¿Por qué los masacraron los franceses?, preguntó un estudiante. ¿Cómo los mataron?, se preguntó otro.
“Quiero saber más”, dijo Amy Sall, de 16 años.
Senegal también.
Ochenta años después de lo que se conoce como la Masacre de Thiaroye, el Gobierno de Senegal ha presionado a Francia para que explique plenamente uno de los episodios más pérfidos de su gobierno colonial en África. Es la señal más reciente de un Gobierno africano de que la relación con el ex colonizador podría ser reconsiderada.
Después de que el Presidente Emmanuel Macron de Francia se refirió recientemente a los acontecimientos como una “masacre” en una carta dirigida a su homólogo senegalés —el primer Presidente francés en describirlo como tal— el Presidente Bassirou Diomaye Faye tuvo una respuesta contundente.
“Eso no es suficiente”, dijo Faye en una entrevista con Le Monde. “Aún no sabemos cuántas personas fueron asesinadas ni por qué, cómo y dónde fueron enterradas”.
Los llamados por reparaciones hacen eco a las campañas que exigen verdad y justicia por crímenes de la era colonial cometidos en el continente. En las antiguas colonias francesas de África occidental y central, donde varios gobiernos han restringido los vínculos con Francia en los últimos años, pocos episodios resuenan tanto como el recuerdo de Thiaroye.
Mamadou Diouf, historiador senegalés y director del Instituto de Estudios Africanos de la Universidad de Columbia, en Nueva York, fue designado por el Gobierno senegalés este verano para dirigir un comité de investigación sobre Thiaroye. Él calificó la nueva actitud de Senegal como “indicativa de una ruptura, de una fuerte afirmación de soberanía”.
La mañana del 1 de diciembre de 1944, fuerzas coloniales francesas reunieron a cientos de hombres de África occidental destacamentados temporalmente en un cuartel en Thiaroye, en las afueras de Dakar, entonces la capital del África occidental francesa. Se suponía que sería su última parada antes de casa: provenientes de una docena de colonias africanas, los hombres habían luchado por Francia en la guerra, habían estado detenidos durante años en campos operados por los nazis y ahora estaban esperando una compensación financiera por su servicio.
El dinero no llegaba.
A medida que aumentaban las tensiones entre los soldados franceses y de África occidental que alguna vez habían sido hermanos de armas, los oficiales franceses juraron “restaurar el orden”, de acuerdo con un informe militar francés escrito un día antes de los asesinatos.
Llevaron ametralladoras a Thiaroye, dos batallones, un tanque y otros vehículos militares para “mostrar tanta superioridad que los amotinados no piensen en resistir”, dice el informe.
Alrededor de las 9:30 horas, dispararon más de 500 municiones en 15 segundos, de acuerdo con los archivos consultados por Martin Mourre, un historiador francés.
La primera cifra oficial mencionaba 35 muertes en África occidental —una “operación quirúrgica indispensable”, un acto de defensa propia contra hombres armados y agresivos, afirmó el oficial francés a cargo, en un informe escrito días después.
Pero historiadores de Francia y Senegal dicen que la cifra real de muertos probablemente se acerca a los 400 y que los soldados de África Occidental no estaban armados. Sostienen que las discrepancias en los informes militares y la preparación de las tropas francesas apuntaban a una masacre premeditada. La falta de información sobre las identidades de las víctimas y el paradero de sus restos son otros indicios de que Francia intentó encubrir un crimen, afirman.
El cementerio militar contiene 35 tumbas, la cifra oficial de muertos. Pero muchos en Senegal sospechan que están vacías.
“Estas tumbas son una broma”, dijo Biram Senghor, cuyo padre, Mbap, fue asesinado en 1944. A sus 86 años, Senghor dijo tener pocas esperanzas de conocer el paradero de los restos de su padre.