Durante un período económicamente difícil para muchas instituciones culturales, un colectivo de artistas e ingenieros ha atraído a millones de visitantes a su red global de casi 60 centros y exhibiciones de arte inmersivo perfectamente “instagrameable”, que se extiende de Japón a China y Arabia Saudita y, pronto, a Emiratos Árabes Unidos.
El 2023, señaló el colectivo, casi 2.5 millones de personas visitaron teamLab Planets Tokyo, una de las dos sedes permanentes del imperio en la Ciudad, al gastar unos 25 dólares cada una en una experiencia descalza a través de un mundo sin fronteras de arte y ciencia que implica vadear en las aguas blanquecinas de un estanque de peces koi digital y gatear bajo un jardín colgante de unas 13 mil orquídeas.
Tras bambalinas de lo que algunos consideran la exposición más genial de Japón, un pequeño ejército de técnicos recorría pasillos oscuros.
Revisaban los proyectores, la iluminación y los niveles de cloro que mantienen en funcionamiento sus exhibiciones, con boletos agotados e ingresos que se pueden comparar con los del Museo Metropolitano de Arte y tal vez con los del Museo de Arte Moderno de Nueva York.
En teamLab Planets, los ingresos rondan los 60 millones de dólares, aunque la empresa comparte parte de lo recaudado con su patrocinador, la compañía de comercio electrónico DMM.com.
Muchos elementos del éxito de la compañía siguen estando envueltos en hermetismo, dicen expertos en arte que han estudiado la compañía. TeamLab, que no cotiza en bolsa, es renuente a divulgar información sobre sus finanzas.
“Es más como un parque de diversiones o un patio de juegos de arte”, dijo Thu-Huong Ha, crítico cultural en The Japan Times. “TeamLab también se separa de las convenciones del mundo artístico de una manera que parece creer que es subversiva, pero que acaba por oler a corporativo”.
Entonces, ¿acaso teamLab es realmente la exposición más genial del País o, como dicen algunos, una trampa para turistas?
“Este ángulo es mejor”, dijo Takashi Kudo, de 47 años, uno de los miembros principales del colectivo artístico, mientras guiaba a un reportero por el techo a docenas de metros sobre los peces koi digitales, que reaparecen como corrientes de colores cuando los visitantes chocan con sus siluetas proyectadas sobre el agua.
TeamLab fue fundada en el 2001 por Toshiyuki Inoko, egresado del departamento de ingeniería matemática y física de la información de la Universidad de Tokio, y otros amigos amantes del arte, que trazaron una senda poco tradicional hacia la creación de exposiciones.
Subsidiaron parcialmente sus obras desarrollando nuevas tecnologías que pudieran ser vendidas a otras empresas.
Inoko y sus colegas desarrollaron un concepto de “espacio ultrasubjetivo”, un marco para tratar de sumergir físicamente a los espectadores en obras de arte digitales en vez de estar separados por un monitor de computadora.
El enfoque del grupo fusiona conceptos nipones tradicionales como la jardinería de bonsáis con la estética de artistas de posguerra como Yayoi Kusama y Takashi Murakami, que montaron una de las primeras exhibiciones del colectivo en el 2011.
Parte de lo que atrae a los inversionistas a teamLab es la capacidad de la compañía para atraer a una multitud internacional de turistas, ya sea en Tokio o en Miami. Algunos críticos han comparado las exhibiciones de teamLab con una subida de azúcar.
“Uno se escabulle con sus selfies en tecnicolor sin mantener ninguna relación emocional o crítica prolongada con la obra y realmente no hay razón para volver una segunda vez”, aseveró Ha.
Sin embargo, Kudo traduce las temáticas nobles de las instalaciones en una ambición singular de transformar la sociedad en un lugar más libre. “La mayor parte del mundo es plano y estático”, afirma. “Pero para nosotros, podría ser como un lienzo. Si podemos poner arte en las ciudades, entonces tal vez podamos poner ciudades dentro del arte”.