En la que fuese su última alocución pública el 8 de diciembre de 2012, ad portas de un nuevo viaje a Cuba para someterse a una cuarta cirugía, y por primera vez convencido de que no podría completar el periodo presidencial por cuenta del cáncer que le había sido diagnosticado en 2011, el entonces mandatario venezolano Hugo Chávez Frías se dirigió a la nación anunciando quién sería el llamado a sucederlo.
Con la Constitución en la mano, y sentado junto a su entonces vicepresidente Nicolás Maduro, dijo: “Si algo ocurriera que me inhabilitara de alguna manera, Nicolás Maduro no sólo en esa situación debe concluir, como manda la Constitución, el periodo; sino que mi opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable, absoluta, total, es que en ese escenario, que obligaría a convocar a elecciones presidenciales, ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Se los pido desde mi corazón”, sentenció un alicaído Chávez.
Así ocurrió. Poco más de un mes después de su muerte, en las elecciones celebradas el 14 de abril de 2013, Nicolás Maduro Moros se convirtió oficialmente en el presidente de Venezuela y hoy completa 11 años en el poder mientras aspira a oficializar su tercer mandato este 10 de enero de 2025 en medio de las denuncias de fraude que la oposición le adjudica al chavismo, ya que, según las únicas actas de votación que se conocen de los comicios del 28 de julio de 2024, el ganador fue Edmundo González Urrutia con más de 7 millones de votos.
El Centro Carter, con sede en Estados Unidos, que el gobierno de Maduro invitó a observar la elección presidencial, ha dicho que las actas publicadas por la oposición son legítimas.
Pese a ello, de asumir la presidencia, Maduro marcaría un récord, pues superaría el mandato de Hugo Chávez –14 años al frente del país caribeño– con lo que podría convertirse en el presidente con el periodo más largo en la historia reciente de Venezuela (estaría en la presidencia hasta 2031 y completaría 18 años en el cargo).
De conductor de metro y sindicalista a mano derecha de Hugo Chávez
Conocido como ‘El dictador’ por sus opositores y ‘El hombre del pueblo’ por sus allegados, Nicolás Maduro Moros nació en Caracas en 1962.
Su gran pasión cuando niño era el beisbol. Jugaba como lanzador para el equipo de Distrito Federal, incluso un reclutador le ofreció un contrato para jugar profesionalmente en Estados Unidos.
Pero rechazó aquella oportunidad por su otra pasión: la revolución.
En su adolescencia, militó en el partido Liga Socialista, un grupo de izquierda revolucionaria, y hasta hizo parte de una banda de rock amateur.
En 1991, sin haber pasado por la universidad, comenzó a trabajar como chofer del metro, desde donde se involucró en la actividad sindical con la creación del Sindicato de los Trabajadores del Metro de Caracas (Sitrameca).
Su vida política comenzó formalmente en 1992, cuando se adhirió al Movimiento Bolivariano Revolucionario (MBR-200), fundado por el entonces teniente coronel Hugo Chávez en contra del gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez.
Maduro conoció formalmente a Chávez en 1993, cuando ‘El comandante’ se encontraba encarcelado en la prisión de Yare por el fallido intento golpista de febrero de 1992.
Luego, el hoy presidente apoyó en las calles –junto a su pareja Cilia Flores, abogada y parte del equipo defensor de Chávez– la campaña para exigir la liberación del militar.
Una vez fuera de prisión, en 1994, Chávez le dio a Maduro un puesto dentro de la dirección del MBR-200 y desde allí comenzó a despegar su carrera política: fue diputado del Congreso de la República, integrante de la Asamblea Nacional Constituyente en 1999, parte de la nueva Asamblea Nacional en el 2000 y cabeza del Legislativo en 2006. Fue nombrado posteriormente ministro del Poder Popular para Relaciones Exteriores en 2006 (canciller), un cargo en el que permaneció seis años y medio.
Desde allí, tal como reseña el Barcelona Center for International Affairs (Cidob), “Maduro defendió las posiciones de la República Bolivariana en la ONU y la OEA, trabajó para extender el Alba y su red cooperativa de consorcios interestatales de signo petrolero, preparó las cumbres caraqueñas que echaron a andar la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) en 2007 y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) en 2011, y estuvo detrás de alianzas tan polémicas como la establecida con Irán”.
También sorteó las cercanas relaciones con Cuba, así como la problemática relación con Colombia entre 2008 y 2010, y fue blanco de la opinión pública por sus polémicas declaraciones sobre Siria o Libia.
Para 2012, el ex líder sindicalista fue nombrado vicepresidente de Venezuela, aunque meses atrás su rostro había comenzado a hacerse cada vez más visible en el país: fue el encargado de comunicar las cirugías a las que se sometía ‘El comandante’ en Cuba y los partes médicos sobre la salud del presidente, reemplazó a Chávez en grandes eventos de la agenda internacional ante su incapacidad médica y, en 2013, tuvo sobre su espalda el peso de comunicar la noticia del fallecimiento del líder de la revolución bolivariana.
“A las 4:25 de la tarde de hoy 5 de marzo ha fallecido el comandante presidente Hugo Chávez Frías (…). Comandante, donde esté usted, gracias, mil veces gracias, por parte de este pueblo que usted protegió, que usted amó, y que nunca le falló”, dijo con lágrimas en los ojos en una alocución que duró más de 10 minutos.
Una cuestionada legitimidad y años de crisis económica en Venezuela
Maduro, hoy de 62 años, asumió finalmente el poder en abril de 2013 tras derrotar por estrecho margen –menos de dos puntos porcentuales– al opositor Henrique Capriles en las elecciones convocadas tras la muerte del entonces presidente (50,61 por ciento vs. 49,12 por ciento para Capriles).
Y aunque prometió darle continuidad a “la revolución que construyó Hugo Chávez”, tal como reseñó The Economist en 2015, Maduro careció siempre del “carisma y las habilidades políticas de Chávez” y su popularidad nunca se disparó como la de su antecesor.
“La popularidad de Chávez se vio impulsada por una bonanza petrolera, que él regó en la Venezuela descuidadamente pobre. Esto le ayudó a ganar unas tres elecciones más, por un amplio margen, antes de morir de cáncer en 2013. El sr. Maduro, un ex conductor de autobús, no sólo carece del carisma de Chávez y sus habilidades políticas, sino también de su suerte. La caída del precio del petróleo, además de años de mala gestión corrupta han afectado muy duro a Venezuela”, afirmó en aquel momento el semanario inglés.
Una encuesta de Datincorp encontró que el 80 por ciento de los venezolanos evalúan negativamente la gestión de Maduro, mientras que un 23 por ciento asegura sentir rabia cuando se le habla del presidente y otro 17 por ciento afirma sentir vergüenza.
Pese a las malas cifras, Maduro ha sobrevivido a todo: críticas, investigaciones internacionales, protestas masivas, supuestos atentados y hasta gobiernos paralelos. Desde el primer día en que puso un pie en el Palacio de Miraflores, de hecho, se ha enfrentado a fuertes cuestionamientos sobre su legitimidad en el poder por cuenta de procesos electorales tildados como irregulares.
Tras la elección de 2013, por ejemplo, Capriles demandó un recuento de votos y una auditoría de cada firma y huella tras denuncias de irregularidades, desatando una oleada de protestas que se saldó con al menos siete muertos. Y unos años después, en 2022, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos reconoció que Venezuela vulneró el derecho de Capriles de participar en “condiciones de igualdad” en dicha votación.
Nuevamente, en 2018, la elección presidencial –convocada por la criticada Asamblea Nacional Constituyente que operó entre 2017 y 2020– fue duramente cuestionada por la comunidad internacional al afirmar que las condiciones de la votación no eran legales o democráticas.
Entre otras cosas, la fecha de la elección fue adelantada sin que el tema fuese discutido con la oposición y varias voces disidentes fueron inhabilitadas antes de la elección, entre ellas la del propio Capriles.
“Las elecciones han sido convocadas por una autoridad ilegítima, sin la participación de todos los actores políticos venezolanos, sin observación internacional independiente y sin las garantías necesarias para un proceso libre, justo, transparente y democrático”, rezaba una carta firmada en mayo de 2018 por los 14 países pertenecientes al Grupo de Lima, entre los que estaban Argentina, Brasil, Canadá y Colombia.
Las diferencias entre Hugo Chávez y Nicolás Maduro
A pesar de los cuestionamientos, Maduro subió al poder como el protegido de Chávez, sin embargo, para él no sería fácil llenar los zapatos de un presidente que, incluso diez años después de su muerte, tiene mayor popularidad que el mismo Maduro.
El desmantelamiento de las instituciones empezó con Chávez en el año de 1999 cuando se decretó en emergencia el poder judicial y se designaron a jueces provisorios o temporales, el Congreso pasó de ser bicameral a unicameral, se estatizó Pdvsa e incluso surgieron las expropiaciones por causa de utilidad pública
Laura dibDirectora para Venezuela de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (Wola)
La medición del pasado agosto de CB Consultora reveló que la imagen negativa de Maduro crece hasta el 68,7 por ciento frente a un 27,8 por ciento de valoración positiva. Mientras, Chávez se ubica muy por encima que su sucesor, con una popularidad que alcanza el 56 por ciento.
Y es que, según Laura Dib, directora para Venezuela de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (Wola), una cosa sí es clara: “hay quienes consideran que Nicolás Maduro ha traicionado los ideales de Hugo Chávez”.
Desde el ascenso de Maduro al poder, la comunidad internacional ha denunciado un grave deterioro democrático que ha llevado a Venezuela a ocupar el puesto 142 en el Índice de Democracia de The Economist, una medición que contempla aspectos como el proceso electoral y el pluralismo, el funcionamiento del gobierno, la participación política, la cultura política democrática o las libertades. Caracas, de hecho, aparece desde hace años como un régimen autoritario, con una puntuación que apenas llega a 2,31 sobre 10.
Distintos informes de la ONU, además, han denunciado un “clima de temor e intimidación” en el país y hasta medidas para “silenciar a la oposición a cualquier precio”.
Aunque, de acuerdo con Dib, el desmantelamiento de la institucionalidad democrática en Venezuela no empezó con Nicolás Maduro. “El desmantelamiento de las instituciones empezó con Chávez en el año de 1999 cuando se decretó en emergencia el poder judicial y se designaron a jueces provisorios o temporales, el Congreso pasó de ser bicameral a unicameral, se estatizó Pdvsa e incluso surgieron las expropiaciones por causa de utilidad pública”, explicó la analista.
Bajo esta realidad, lo que hubo fue “un fortalecimiento del talante autoritario que Maduro heredó de Chávez”, señaló Dib.
Las cifras de Foro Penal dan cuenta que entre 2014 y 2023 se presentaron alrededor de 15.700 detenciones arbitrarias por motivos políticos y solo en la actual campaña electoral la ONG ya registra 301 presos políticos y 102 arrestos vinculados a eventos electorales.
La CPI, asimismo, investiga al gobierno de Maduro por crímenes de lesa humanidad ante la represión contra las protestas ciudadanas de 2017, que se saldaron con más de 100 muertos, si bien la investigación también incluye otros casos de represión en las movilizaciones de 2014.
Ahora, tras las elecciones del 2024, Foro Penal documentó 1.794 encarcelamientos, aunque, según datos oficiales, alrededor de 2.400 personas fueron arrestadas desde el 28 de julio, una cifra mayor a registrada por la ONG, ya que la organización excluye a quienes considera han cometido algún delito, así como a los detenidos no reportados por familiares y a aquellos que no tienen autorización de incluir.
De acuerdo con la misión de expertos de Naciones Unidas para Venezuela, “el Estado ha creado un clima de temor generalizado” que dio lugar a 23 muertes documentadas entre el 28 de julio y el 8 de agosto, la mayoría de ellas por disparos de armas de fuego. En 18 casos, las víctimas fueron hombres de menos de 30 años.
El exilio de miles de venezolanos
Pero, quizás lo que más le ha pesado a Nicolás Maduro en sus 11 años de gobierno es la prolongada crisis económica que llevó al exilio a miles de venezolanos: 7,7 millones de personas, de las cuales 6,5 permanecen en distintos países de América Latina y su gran mayoría en territorio colombiano.
Según las cifras, en diez años el PIB de Venezuela se contrajo un 80 por ciento en lo que la BBC cataloga como una de las contracciones económicas más fuertes en el mundo. A lo que se suma un periodo de hiperinflación que duró al menos cuatro años y un tiempo de fuerte escasez de alimentos o medicinas para los venezolanos.
En su peor momento, los precios en la nación caribeña llegaron a subir hasta un 233 por ciento en un mes y en un año promediaron un aumento de 2.000.000 por ciento.
La moneda venezolana también se devaluó, el salario quedó en los mínimos –130 bolívares mensuales o 3,60 dólares–, y las reservas internacionales cayeron considerablemente, al igual que la producción de petróleo: mientras en su mejor momento el país llegó a producir más de 3 millones de barriles al día, ahora promedia entre 700.000 y 800.000.
Toda una crisis de la que Maduro responsabiliza a la oleada de sanciones internacionales en su contra, que incluyen desde órdenes de captura y recompensas por él y otros funcionarios de su gobierno, hasta bloqueos a la industria del petróleo o el gas.
El mandatario, no obstante, ha sabido maniobrar las críticas y las sanciones de la comunidad internacional y hasta ha logrado negociar con su mayor crítico: Estados Unidos.
En 2023, por ejemplo, logró un levantamiento parcial de sanciones que terminó impactando positivamente en la economía venezolana, aunque meses después perdió el beneficio por incumplir los acuerdos alcanzados con la oposición en Barbados. A su vez, logró la liberación de los dos hijos de su esposa Cilia, condenados en EE. UU. por narcotráfico, y hasta la liberación del señalado testaferro Álex Saab.
‘El hijo de Chávez’ ha sobrevivido incluso al establecimiento de un gobierno interino liderado por el opositor Juan Guaidó, hoy refugiado en Estados Unidos. Aunque el interinato llegó a contar con el reconocimiento de más de 60 países en todo el mundo, no alcanzó pasos reales hacia una transición democrática en el país y terminó por diluirse en 2022.
Sin embargo, hoy en día, Maduro quizá se enfrenta al mayor reto de su carrera política: mantenerse en el poder, aún con una oposición más unida que nunca en torno a la figura de María Corina Machado y sumamente segura de defender el haber ganado las elecciones de la mano de González Urrutia.
Así las cosas, y ante su historial represivo, los analistas temen que Maduro sea capaz de llegar a límites insospechados para mantenerse en el poder por otros seis años.
En Caracas, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana dispuso de más de 1.200 militares de cara a la jornada de investidura para “preservar la paz y la estabilidad”, según la vicepresidenta Delcy Rodríguez, ya que ese mismo día, González ha dicho que tiene la intención de estar en la capital venezolana para asumir el cargo que, según las actas, ganó por voto popular.