La caída del régimen de Bashar al Asad a manos de los rebeldes de Siria no solo significa el fin de su mandato, también representa el final del poder que acumuló su familia en los últimos 50 años.
Su poderío se derrumbó en apenas doce días. El pasado 27 de noviembre, grupos de insurgentes lanzaron una ofensiva relámpago y se tomaron varias de las principales ciudades del país, incluyendo Damasco, la capital.
Hasta hace dos semanas, la salida de al Asad del poder, quien hoy está refugiado en Rusia, parecía algo improbable porque el país llevaba 13 años en una guerra civil que estaba en una suerte de estancamiento y el régimen había logrado reprimir las protestas que surgieron durante la Primavera Árabe (en 2011) y la posterior arremetida del Estado Islámico -con la ayuda de Moscú y Teherán- años después.
Sin embargo, lo que ocurrió este domingo supone un cambio mayúsculo en las dinámicas de la geopolítica de Oriente Medio y deja sobre la mesa dudas sobre cómo se reconfigurará la región durante las próximas semanas y meses.
¿Cómo se llegó a esta situación? ¿Por qué al Asad cayó después de 24 años de mandato? ¿Qué pasó con los principales aliados del régimen? ¿Quién gana y quién pierde con la llegada de los rebeldes sirios al poder en Damasco? ¿Qué hará Estados Unidos cuando Donald Trump asuma el poder en menos de dos meses?
A continuación, seis preguntas y respuestas para entender este complejo entramado político, social y militar sobre lo que está ocurriendo en Siria.
¿Por qué justo ahora los rebeldes de Siria lanzaron una arremetida contra el régimen de Bashar al Asad?
La guerra civil en Siria comenzó en el año 2011, con el inicio de la Primavera Árabe, una serie de protestas que estallaron en varios países de Oriente Medio y el Norte de África que llevaron a la caída de regímenes y líderes autoritarios.
Sin embargo, al Asad logró mantenerse en ese entonces en el poder tras una brutal represión y una campaña de arrestos a activistas y opositores, lo que le costó una guerra civil y la liquidación en la práctica de la unidad siria. De hecho, en 2013 se conocieron denuncias que el régimen utilizó armas químicas contra su propia población.
La debilidad de las fuerzas de Asad se explica en parte por la ausencia de Hezbolá -respaldado por Irán-, devastado por la reciente guerra en el Líbano, y la reducción de los combatientes rusos, reubicados en Ucrania
Christopher PhillipsExperto en asuntos de Oriente Medio
A esto se suma que, en 2014, la ofensiva del Estado Islámico (EI) puso en jaque su gobernanza. Sin embargo, la ayuda de una coalición internacional, pero en especial del apoyo militar de Rusia e Irán impidieron la caída del régimen sirio.
En el terreno, algunas facciones y reductos yihadistas sobrevivieron y se habían venido rearmando durante los últimos años e, incluso, analistas habían advertido en el pasado sobre el renacimiento de estos grupos, con el respaldo de Turquía.
Y aprovechando que los dos principales aliados de al Asad estaban enfrascado en otras disputas, finalmente los rebeldes decidieron lanzar su campaña final hacia Damasco.
Rusia, por un lado, lleva más de dos años y medio luchando en suelo ucraniano, mientras que Irán y su eje de la resistencia (Hezbolá, Hamás y los hutíes de Yemen) están debilitados por la guerra con Israel.
“La debilidad de las fuerzas de Asad se explica en parte por la ausencia de Hezbolá -respaldado por Irán-, devastado por la reciente guerra en el Líbano, y la reducción de los combatientes rusos, reubicados en Ucrania”, explica a propósito Christopher Phillips, experto en asuntos de Oriente Medio y quien analiza estas coyunturas para el centro de pensamientos Chatham House, con sede en Londres.
¿Quiénes son los rebeldes sirios que participaron en esa ofensiva?
1. Organismo de Liberación del Levante
La operación iniciada el pasado miércoles, fue ejecutada por una coalición llamada “Mando de Operaciones Militares” liderada por el Organismo de Liberación del Levante que tenía un objetivo común: derrotar al Gobierno sirio.
Se trata de un grupo islamista cuyo principal respaldo es Turquía y su principal bastión está en la provincia noroccidental siria de Idlib.
Sin embargo, antes no se llamaba así. En 2011, cuando comenzaron las revueltas populares contra Al Asad, se denominada el Frente al Nusra, una rama de Al Qaeda en Siria.
Su fervor ideológico islamista en ese momento no cuajó con muchos de los jóvenes que se alzaron contra el sistema de Al Asad. El Gobierno sirio acabó deteniendo, ejecutando, matando y expulsando al movimiento rebelde original.
No fue hasta 2016 cuando el líder del grupo, Abu Mohamed al Jolani -quien encabezó Al Nusra- decidió desvincularse completamente de Al Qaeda y escindirse con el nombre de Hayat Tahrir al Sham (Organismo de Liberación del Levante, en español).
Acercándose a Turquía, Al Jolani ha buscado legitimidad internacional y alejarse del extremismo ideológico religioso de Al Qaeda, que también había creado fricciones entre la miríada de facciones que operan en Idlib.
Sin embargo, Estados Unidos, la Unión Europea y la ONU lo considera un grupo terrorista.
2. Kurdos, apoyados por Estados Unidos
Otra pieza de este rompecabezas es la de los kurdosirios, que dirigen una administración en el norte y noreste de Siria -separada del Gobierno sirio- y que están apoyados por Estados Unidos.
Las Fuerzas de Siria Democrática (FSD) -un paraguas liderado por kurdos pero que también aúna grupos árabes- se han convertido en un actor importante en esta contienda por tener como enemigo a los turcos y a los movimientos insurgentes que apoya.
Durante la última ofensiva de Turquía en el noreste de Siria contra los kurdos en 2019, estos últimos pidieron la ayuda en el terreno del Ejército sirio -con quien también está enfrentado- y Rusia para detener el conflicto, lo que llevó a un acuerdo de alto el fuego turco-ruso.
Estados Unidos también se ha desvinculado de esta nueva batalla y ha dicho que “no tiene nada que ver con esta ofensiva.
¿Por qué los al Asad estuvieron tantos años en el poder?
Todo comenzó con el padre de la dinastía, Hafez al Asad, quien en el año 1970 lideró un golpe de Estado que lo terminaría llevando a la presidencia en 1971. Allí, permaneció en el poder hasta su muerte en el año 2000.
Durante tres décadas, el país se fue cerrando sobre sí mismo: se decretó el estado de emergencia, se amordazó a la oposición y a la prensa y se prohibieron las manifestaciones.
Para Irán, la caída de Asad supone la pérdida de su ‘puente terrestre’ hacia el Mediterráneo oriental y de una base para sus aliados, en particular Hezbolá (…).
Bronwen Maddox.Chatham House
Luego, vino Bashar al Asad, un oftalmólogo, formado en el Reino Unido, que vio cambiar su destino con la muerte en 1994 en un accidente de tránsito de Basel, su hermano mayor, que estaba destinado al poder.
Asumió las riendas del poder en el año 2000 tras mostrarse como un líder reformador para iniciar la liberalización económica y una relativa apertura política del país. Comenzó inyectando una tímida dosis de libertad, pero la “Primavera de Damasco” fue de corta duración. Los opositores fueron rápidamente silenciados y encarcelados, lo que terminó acelerándose en el año 2011 con el inicio de la guerra civil.
¿Quién gana y quién pierde con la caída de Bashar al Asad?
Para los analistas, el triunfo de los rebeldes sirios supone un triunfo para Turquía y una derrota para Rusia e Irán.
Por un lado, para Teherán, Siria era una suerte de centro logístico que le permitía movilizar pertrechos militares a sus aliados del eje de la resistencia. Muchos de sus combatientes se entraban allí e, incluso, Hezbolá fue pieza cable para la estabilidad de al Asad durante estos últimos años. Para los rusos, derrocado gobierno también era una pieza importante de su influencia geopolítica.
“Para Irán, la caída de Asad supone la pérdida de su ‘puente terrestre’ hacia el Mediterráneo oriental y de una base para sus aliados, en particular Hezbolá (…). Para Rusia, la caída de Assad es un golpe cuya importancia es difícil de calibrar. Se espera que, por el momento, el gobierno que surja en Damasco respete el acuerdo alcanzado por Asad para concederle a Rusia el uso de una base militar en la costa siria. Pero este importante activo es vulnerable y eso pone en riesgo su influencia en la región”, explica la directora de Chatham House, Bronwen Maddox.
Ankara, por su parte, se erige como el país que podría tener la llave para la estabilidad siria, aunque esto le puede traer serios desafíos. Si bien los turcos consideran al Organismo de Liberación del Levante como un grupo terrorista, extraoficialmente mantienen buenas relaciones con al Jolani, aunque no controlan 100 % sus acciones sobre el terreno.
Para Rusia, la caída de Assad es un golpe cuya importancia es difícil de calibrar. Se espera que, por el momento, el gobierno que surja en Damasco respete el acuerdo alcanzado por Asad para concederle a Rusia el uso de una base militar en la costa siria.
Bronwen MaddoxChatham House
Parte del interés del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, es lograr que los cientos de miles de refugiados sirios regresen a su país de origen. Sin embargo, es bien sabido que el Estado turco considera a las milicias kurdosirias como un grupo terrorista que han protagonizado diversos ataques en su propio suelo.
De momento, la diplomacia turca prometió “curar las heridas” en Siria, pero aún está por verse qué tipo de gobierno surge de los rebeldes sirios y si estos tendrán o no aprobación de la comunidad internacional, especialmente de sus vecinos árabes que ven con recelo los orígenes yihadistas de al Jolani.
¿Qué harán Estados Unidos e Israel con la nueva situación en Siria?
El papel de Washington ha cambiado en la guerra civil de siria durante los últimos años. Durante la administración de Barack Obama, Estados Unidos apoyó a diferentes facciones opositoras para luchar contra el régimen de al Asad, entrenándolos y enviándoles armas.
Luego, con el surgimiento del EI, los estadounidenses apoyaron a las fuerzas kurdosirias e, incluso, los apoyaron con bombardeos aéreos para derrotar a los yihadistas. Luego, durante la primera administración de Donald Trump (2017-2021), los republicanos retiraron a las mayorías de sus tropas presentes en el terreno en el año 2019, aunque aún permanecen allí unos 900 soldados.
Ahora, Trump regresará a la Casa Blanca en enero de 2025 y ya adelantó que no piensa inmiscuirse en este asunto. “Siria es un desastre, pero no es nuestro amigo, y Estados Unidos no debería tener nada que ver con ello. Ésta no es nuestra lucha”, escribió Trump en redes sociales.
Para los israelíes, la caída del régimen sirio es un triunfo porque significa una pérdida de influencia de Irán en la región. No obstante, el vacío de poder en el país vecino genera incertidumbre y, sobre todo, temor a que el armamento del régimen caiga “en manos equivocadas”.
importante
Para Neil MacFarquhar, periodista del diario The New York Times, la lucha de Siria es una batalla por el dominio de todo Medio Oriente.
En esencia, lo que ocurrirá ahora es una reconfiguración del poder de Siria que, como ya se explicó, ha sido estratégico para países como Rusia e Irán. ¿Quién ocupará ahora esos espacios que deja sueltos el régimen de Bashar al Asad? Esa es quizás una de las principales preguntas.
De acuerdo con Naciones Unidas, 7,2 millones de personas “siguen desplazados internamente en su propio país”, donde el 70 % de la población necesita asistencia humanitaria y el 90 % vive debajo del umbral de la pobreza.
Aunque tanto los sirios como algunos gobiernos occidentales creen que esta es una buena oportunidad para resarcir los daños que ha dejado la guerra civil, lo cierto es que aún no está claro qué tipo de líder será al Jolani, el líder de los rebeldes.
Por otro lado, desde el estallido del conflicto en Siria, más de 14 millones de sirios se han visto obligados a huir de sus hogares, según datos de la ONU, por lo que hay mucho interés en el mundo que el país pueda resurgir para que los desplazados puedan volver a sus hogares.
También hay una crisis humanitaria inédita en suelo sirio que requerirá el respaldo del mundo. De acuerdo con Naciones Unidas, 7,2 millones de personas “siguen desplazados internamente en su propio país”, donde el 70 % de la población necesita asistencia humanitaria y el 90 % vive debajo del umbral de la pobreza.
CARLOS JOSÉ REYES GARCÍA – Subeditor Internacional – EL TIEMPO