PORT MORESBY, Papúa Nueva Guinea — Los hombres llegaron para vengar a una niña que había muerto. Dijeron que había sido asesinada por la magia negra de una hechicera y acusaron a una mujer que se había encontrado con la bebé.
La sacaron a rastras de su casa, en las afueras de Port Moresby, capital de Papúa Nueva Guinea. Le rompieron las manos, las ataron a un poste y la quemaron con barras de metal calientes. Sobrevivió porque su hijo alertó a la policía.
“Me salvó la vida”, dijo Korai, de 33 años, describiendo el ataque de junio pasado. Pidió ser identificada sólo por su primer nombre por motivos de seguridad.
Casos como el de Korai son comunes en Papúa Nueva Guinea. Los investigadores dicen que la evidencia anecdótica sugiere que este tipo de episodios están aumentando.
Los observadores dicen que cambios en la sociedad están empeorando la violencia. Papúa Nueva Guinea es rica en recursos y la inversión extranjera ha aumentado. Al mismo tiempo, las oportunidades siguen siendo limitadas para muchos, generando frustración e ira.
Gente ha filmado a mujeres colgadas de postes de madera mientras atacantes las queman con barras de metal incandescentes. “La violencia se está volviendo más extrema”, afirmó Miranda Forsyth, profesora de la Universidad Nacional de Australia que se ha centrado en las acusaciones de brujería. “Es un síntoma de que las cosas están muy, muy mal”.
La geografía del País dificulta el seguimiento de los casos. Su gente vive dispersa en tierras boscosas en cientos de miles de kilómetros cuadrados.
Muchos ataques no se denuncian. Sólo una pequeña fracción de los perpetradores son procesados.
Investigadores de la Universidad Nacional de Australia documentaron mil 39 acusaciones que involucraron a mil 553 víctimas en cuatro provincias entre el 2016 y 2020. Unas 300 resultaron heridas o muertas. También se han documentado casos en África y Asia.
Empresas multinacionales han establecido enormes operaciones mineras y madereras, aportando nueva infraestructura y dinero en efectivo. Pero el desarrollo ha sido desigual. Algunos expertos dicen que el colapso de los sistemas de gobernanza tradicionales, combinado con la incertidumbre económica y el acceso deficiente a la educación y la atención médica, ha contribuido a que la violencia sea más brutal.
El País es mayoritariamente cristiano y algunos líderes religiosos alimentan las supersticiones.
Las Naciones Unidas han tratado de disipar estas creencias. “La tuberculosis no es causada por brujería”, reza una campaña patrocinada por la Organización Mundial de la Salud. Hasta el 2013, Papúa Nueva Guinea permitía la sospecha de brujería como defensa ante los tribunales.
Los ataques se han extendido desde las remotas tierras altas hasta la ciudad principal a medida que la gente ha migrado allí, dijo Shirley Kaupa, una trabajadora humanitaria en Port Moresby. Allí, los refugios están llenos de mujeres que fueron torturadas recientemente, y también de sus familiares, maridos e hijos, que cargan con el estigma de estas acusaciones.
“No puedo volver a donde estaba antes”, dijo Korai mientras su hijo, de 11 años, miraba. “Mi familia ha adquirido una mala reputación”.